martes, 6 de junio de 2017

HISTORIA DE LA LITERATURA (V)-1535-1914

Ya se habían mezclado en Althaus mismo, en Palma algunos años, hasta su ruptura con los románticos, esta vena alegre y el lirismo más solemnemente triste. De tal contraste nace el humorismo de Pedro Paz Soldán (Juan de Arona) (1839-1895). Lo que este hizo: es poco. Lo que pudo hacer lo inducimos con melancolía de sus tanteos en diversos géneros  literarios. Su educación era europea. Su actitud debía ser peruana. Quiere nacionalizar urgentemente una literatura sin tradición, sin modelos propios.
Para obtenerlo incrusta en sus Poesías peruanas nombres que nadie ha rimado aún y que parecerán quizás vulgares para su matiz de intimidad. Se atreve más: en una traducción suya de las Geórgicas sale revoloteando su guarda caballo, avene negra y peruana que Virgilio ignoró. ¿Sonreímos?
Más tarde un audaz pondrá en boca de Hamlet al traducir el drama inglés, la familiar expresión cholito. Y ya todos nos ponemos de acuerdo para la burla ¡Cómo vamos a hacerlo cuando se trata  de Juan de Arona?
Adivinamos en sus poesías, en su Diccionario de peruanismos, el ferviente amor a cuantos giros y frases de provincia española algunos, y de limeña prosapia muchos, evocan el pasado colonial y la realidad de cada día. Este filólogo es un poeta y este poeta es un limeño.

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Juan de Arona no pasa el examen del crítico.

GENIO
Sabe el origen de cada voz, le autoriza con versos propios, hasta dudarse si las poesías peruanas fueron sólo escritas como ejemplo para un manual de retórica nacional. Su genio era zumbón. Sus desventuras fueron grandes. Uno y otras explican esa poesía rencorosa que en sus famosos Chispazos hasta el descaro agresivo: garrotazo y tente tieso, /hasta no dejarles hueso.
Este lema de su  famoso periódico de sátira y a él se los dan dos negros emboscados en un portal. En guerra abierta contra todo el mundo, le pegan y el responde en pareados, de que Lima entera ríe. El descalabro del ex romántico es lastimoso. ¡Cuán duro fue el tránsito hasta allí! Ya en las primeras horas de su juventud, pródiga en dones, la universal acidia del esplín lo abruma: Hay unos días desesperantes/en que me carga la humanidad.
No estoy seguro de que el poeta clásico de las ceñidas traducciones latinas, el romántico de Ruinas, hubiera concluido mejor en otra parte. Pero sin duda melancolías de descastado, soledades ardientes de poeta, lo convirtieron en el coplero venal y perseguido de sus últimos años indecorosos. 
TRADUCCIONES
Sus mejores poesías son traducciones: Las Geórgicas de Virgilio (1867), Poesía Latina (1883). Las más interesantes son  los Sonetos y chispazos (1885) y las Poesías peruanas (1887), los primeros, porque ya la vena hiriente estalla (Vivir es defenderse acaba de titular a un libro de burlas sobre la vida limeña y se defiende atacando).
Las Poesías peruanas, ensayo de nacionalismo lírico, precederán al mejor libro de Paz Soldán, el Diccionario de peruanismos (1883 y 1884). Lo que en esta maravilla no es sólo la originalidad del ensayo, si se atiende a lo que iniciara  Paz Soldán muchos años antes en 1861, en una Galería de novedades filológicas, cuando casi no existía obras de tal género en América, sino el cariñoso cuidado, la devoción de limeño y de poeta para coleccionar giros y frases.
Una lengua nueva, o por lo menos un vocabulario nacional, ha venido formándose desde los primeros tiempos de la colonia. Fauna nueva que exige voces nuevas o giros provinciales de España, que cobran autoridad en el Perú.
“El idioma español, decía Pardo con gracia, es el que más encarnizada persecución ha sufrido en nuestras grescas revolucionarias” Menos severo con los peruanismos es Juan de Arona. Se consuela pensando en que “evolucionar dentro del mismo idioma es tal vez evolucionar al porvenir”.

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Libros de produccion literaria antigua

PROBLEMA
Adivinó el actual y apasionante problema del castellano en América. Y sin duda por eso se esforzó en mostrar cómo algunos que parecen neologismos podían autorizarse como españolas voces: Baquiano, por ejemplo, un argentinismo, se deriva de la castiza voz baquía (destreza). ¿Por qué no aceptarla?
Además  ¿Cómo llamar diversamente a lo que no tiene equivalente en castellano: nuestra llovizna peculiar, la garúa o el disfuerzo, ese “peruanismo formidable”, dice Paz Soldán, que expresa la desenvoltura o la monada de la peruana
Más lejos va cuando descaradamente aboga por avalancha, superior en fuerza a alud, por neologismos como editorial, por verbos de justificable creación americana, como solucionar o dictaminar.
¡De cuántas otras voces se declara partidario efusivo!  El quite airoso de la quimba, el desparpajo del palangana el “¡gua, que lisura”!  En fin, adorable de gracia y de picardía en labios de la mujer del Perú.
Después de Paz Soldán, los dos líricos extremos son Rossel y Amézaga. Ricardo Rossel (1841-1909), injustamente olvidado es el poeta filósofo, el único en este género ingrato, si no queremos recordar los desaciertos del romántico Márquez. 
ANALISIS
Pensar en verso puede ser una manera de esterilizar la inspiración, el más deplorable ejemplo es Sully Prudhomme. Si analizáramos, como un día inicuamente Faguet con Baudelaire, las ideas incrustadas en rimas, pocas veces hallaríamos novedad o audacia intelectual
Más si pensar es el íntimo y apasionante debate del alma inquieta por su futuro destino, se rejuvenece  eternamente el viejo monólogo de Hamlet, porque es dolor actual en cada lírico. Pocos han respetado con más patética unción que Rossel el antiguo ¿a dónde vamos? Por eso prefiero en su tomo de versos, por la elegancia del pensamiento y de la firmeza de su forma bruñida, el perfecto poema.  En el cementerio.
Publicó en prosa y en verso leyendas nacionales que como en Hima Sumac (premiada en un concurso literario chileno, 1877) recuerdan en soltura y colorido determinadas páginas del maestro de tan difícil género, Zorrilla.
Carlos G Amezaga era un revolucionario sentimental, un jacobino bueno. Sin duda prestó oídos a la perpetua elegía de los románticos.  Hay algo de ellos en Cactus. A la influencia del mexicano Diaz Mirón, a quien leyó en su viaje a México se deben algunas de sus poesías arrogantes, como las estrofas martilladas de Gloria.
RETOS
Son retos  viriles a la humanidad o al destino, dos poemas como los Más Allá de los cielos (premiado en un concurso de Buenos Aires) amplió y elevó su lirismo, suprimiendo las juveniles turbulencias en una serenidad reflexiva y pungente de gran poeta. Inferiores a su poesía son sus dramas Sofía Perewskaia, el Juez del Crimen, el Suplicio de Antequera.
En estériles años, los que suceden a la guerra, poco propicio, a las letras con excepción de Amezaga, de Ricardo Palma y de González Prada, no hallamos literatura sino en una escritura de escandalosa reputación y de gran talento
Reputación que agravaron las mujeres. Talento que envidiaron los hombres. Mercedes Cabello de Carbonera es la primera novelista que tal nombre merezca. No faltaron ensayos  interesantes. Nuestro satírico Segura había escrito en 1839 una novelita sin importancia, Gonzalo Pizarro.
Narciso Aréstegui obtuvo pasajera nombradía con el Padre Horán, episodio cuzqueño. Segundo Pruvonena (seudónimo de Jose de la Riva Agüero, según dicen) mezcló curiosamente personajes ficticios a los episodios ciertos de su “romance” libelo Los hombres de bien (primera parte de El Becerro de Oro (1874), donde pretendía según dijo en dudoso castellano, hacer “una reseña histórico-política saturada con un ligero enredo para imprimirle una portada romanesca y literaria”.

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La opinión hacia todas las obras del periodo 1535-1914

NOVELAS
El mismo punto de vista es el de Fernando Casós en sus  Romances históricos del Perú  (1848-1873). Los amigos de Elena (1874). Lo que yo hago-dice- es una revolución literaria en la novela o  romance contemporáneo que necesita cierto coraje para poner con todos sus pelos y señales son defectos y virtudes, nuestros hombres, nuestros hechos, nuestras instituciones y nuestras cosas”
Luis Benjamín Cisneros había escrito la novela romántica en Edgardo y en Julia. Se lee con agrado  La hija del contador, de José Antonio de Lavalle (1893, publicada con el seudónimo de Perpetuo Antañón)  Mostraba dones singulares de observador y narrador José María de la Jara (Gil Paz) en su Grano de arena (1878). En fin, Emilio Gutiérrez de Quintanilla escribiera, a ejemplo de Montalvo, y sin su talento, la cervantesca evocación  de Peralvillo y Sisebuto.
Sólo Mercedes Cabello reincidía con gran talento. Un talento desigual, incorrecto y masculino. Aclimata el naturalismo en el Perú, intentando crudas descripciones zolescas en nuestro medio, que casi sólo se prestaba a la novela amena y mitigada.
El mismo escrúpulo del maestro la induce a agravar la página con descripciones prolijas, a buscar siempre la tacha original, el vicio oculto, la iniquitud. Como ha vivido en un medio romántico. Como en su juventud oyó llamar a las mujeres ángeles y querubes, admite junto a  limeñas de rompe  y rasga el más puro tipo seráfico (Sacrificio y recompensa, El conspirador)
Pero la humanidad que describe la preferencia es la de Zola. El juego (Las consecuencias ), la ambición (El conspirador), el deseo de parecer (Blanca Sol), son los móviles únicos de estos Rougon.Macquart limeños.
PERSONAJES
Sus personajes discuten las  leyes de la herencia, la plaga burocrática, los riesgos de la política. La novela, desgarbada a ratos, no carece nunca de rasgos felinos y de clarividencia. Pocos tuvieron semejante audacia para la acerva delación de vicios. Cuando se haga en el Perú la critica literaria retrospectiva, se juzgará sin duda a Blanca Sol  como el primero y legítimo acierto en la novela.
Tres escritores viven actualmente representantes de tres generaciones sucesivas y los más famosos en la historia literaria del Perú independiente: Ricardo Palma (nacido en ¿1835?) Manuel González Prada (nacido en 1844 y  José Santos Chocano (nacido en ¿1875?)
Si González Prada es el menos nacional de nuestros literatos, Ricardo  Palma es el más peruano. Extremas las cualidades y los defectos del limeño. Por eso tuvo tanto éxito en el Perú. Hay lindas mujeres que sólo conocen las rimas de Bécquer y las Tradiciones de don Ricardo, las menos picantes por supuesto.
 Trascendió pronto su fama. En España y en América se le ha leído y se le imita. Y el género debe ser imitable, o sólo la vieja Lima se prestaba a esa historia disimulada y risueña, pues las ajenas  “tradiciones” son mediocres.

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Uno de los libros de José Santos Chocano

EL MEJOR
Comenzó por romanticismo este burlador. Fue amigo juvenil de nuestro mejor romántico, Salaverry. En la Bohemia de mi tiempo  ha narrado las quimeras de esa juventud y en Armonías  (1865) su libro primigenio de versos, está la huella de las lecturass apasionadas.
Mejores lecturas que los otros. Imita Orientales  de Zorrilla. Conoce familiarmente la poesía  de Víctor Hugo y traduce a Heine. Más ya junto a chispazos de ajena hoguera aparecen Cantarcillos tunantes. Se los inspira Trueba, a quien admira. De esos cantos populares, de ese lirismo familiar, puede salir y sale la tradición.
No le busquemos ascendencia, como tantos, en las reconstrucciones históricas de Walter Scott. Son estas obras de un romántico empedernido y Palma dejó de serlo pronto. La Edad Media es un próvido almacén de accesorios románticos.
¿Podemos decir lo mismo del coloniaje? Si a aquella le conviene perfectamente los dos adjetivos famosos de Verlaine, enorme y delicada, sólo el segundo se aplica a nuestra colonia. Y precisamente el literato y su época favorita concordaban
Palma es un desterrado de aquella edad galante que sumaba con tan cínico abandono la santa credulidad y el libertinaje. No le pidáis grandes frescos de novela a lo Walter Scott a lo Víctor Hugo. El sólo puede y quiere limitarse a los menudos hechos  desportillados a la historia pasada por cedazo.
VERSION
De semejantes menudencias, como del prolijo museo de los Goncouert, surge una versión impresionista  de menudas y exactas pinceladas. Estos hermanos literatos que hicieron en cierto modo para el siglo de Watteau y de Fragonard lo que para la Lima antigua Palma, decían, con su habitual exactitud: “La historia es la novela que ha sido. La novela es la historia que pudiera ser”.
Y si no supiéramos tan personal el arte de don Ricardo, supondríamos que pretendió reaccionar, a ejemplo de los otros contra el romanticismo de la historia.  Desfachatadamente y con el más tumultuoso genio, la falsificaron los románticos
Nuestro eminente amigo el señor Martinenche ha mostrado como Víctor Hugo le prestaba al Cid español imaginarios sentimientos o emociones huguescas. Son dos maneras plausibles de evocar. ¡Como negarle la emoción del pasado a Michelet!
Taine restituye el sentido positivo de la historia procede por pacientes acumulaciones de hechos, como infinitas madréporas sobre cuya base calcárea podrá elevarse un día la rotunda  afirmación de la isla
La historia que era en Bousset lección moral, y en los románticos, según el pensamiento de Heine, solo”un  viejo guardarropa del espíritu humano”, va a inspirar el deseo de reconstruirlas exactamente.


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¿Prada el menos nacional de los literatos?,

DESTACABLE
Es singular y admirable que nuestro Palma sintiera en Lima la misma necesidad de verdad. 1861, en un estudio sobre Salaverry, censuraba “el desbordamiento de pasiones con que Víctor Hugo y Dumas han manchado en nuestros días a la humanidad”.
“Quédese-agrega- para las sociedades europeas la necesidad de fuertes emociones de sangrientos y terribles cuadros”. Para los virginales pueblos de América, como él dice, sólo quiere episodios mesurados. ¿No se diría que es el prospecto de sus futuras tradiciones? Y su ruptura con los”contrabandistas del pesar” como apodaba a los poetas de la época, la manifiesta en estos versos: En buena hora siguen los románticos/lanzados de gemidos un tropel;/para mí el mundo pícaro es poético;/ poco en el hoy, y mucho en el ayer.
Comienza entonces Palma a investigar el pasado. Tuvimos admirables eruditos. Ninguno que fuera poeta. Y por primera vez, de los rancios manuscritos, de las enrevesadas crónicas, de toda esa Lima que hubiera podido creerse extinguida en el arte, sale un museo viviente.
Sólo que Palma no se aventura-y es nuestro primer reproche- a derribar el andamiaje después de haber edificado. De esa “novela que fue” conserva la escoria del dato. Cuando va a trasladarnos por entero a otro siglo, nos recuerda bruscamente bajo el número II de casi todas sus tradiciones, que no nos cuenta patrañas amables, sino verdad fidedigna.
CREDITO
Ahora bien, no concebimos a una Salammbó con notas marginales para probarnos que Cartago era así. Le damos crédito al narrador, le exigimos únicamente esa verdad del arte, muy distinta de la probada exactitud. Hubiéramos querido que llevara Palma sus materiales a otro libro. Y así, mondado el cuento, realizaría algo semejante a Les puits de Sainté Claire, de Anatole France.
Está a punto de hacerlo alguna vez en la historia de El virrey hereje y el campanero bellaco, en  El Alacrán de Fray Gómez. Se acerca entonces a los grandes cuentistas italianos, un Bocaccio, un Bandello…
Si toma la novela picaresca algún acento o tal o cual forma de burla, hace muy rara vez la truhanesca, historia del mundo que pintara Caviedes.  Su estilo es amena charla de ciego ladino, de  abuelo centenario, que a cada paso se enreda en nuevas anécdotas, que cuenta por el placer de contar, imitando a veces, en su lenguaje alocado, la historia desfigurada de las viejas. ¡Aquellas beatas que venían en nuestra infancia con sabrosas pastas y sahumerios a referirnos, como en un coloniaje redivivo, el último escándalo de salón o la historia de Cristo que ha sudado!

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Palma desterrado de la edad galante, según Ventura.

AVERIGUACIONES
A todas las escuchará don Ricardo. Al mismo tiempo que leía a Calancha les averiguaba el por qué de un mote, la historia de un blasón. Con los años ha  llegado a parecerse a ellas. En su figura volteriana, los ojos por encima de los lentes, miran socarronamente, y en los labios se afirmó un pliegue de malicia tan natural, que no parece arruga. Su charla es un venero de anécdotas.
Conoce Lima como un antiguo cronista las prerrogativas y los milagros de su convento. Pocas veces una ciudad tuvo más sentimental  archivero. Con melancolía asiste al derrumbamiento, a la decadencia de las “tres veces coronada  villa”. ¡Coronas de gracia, de elegancia y de galantería!
El ha iniciado en el Perú el género amable de Anatole France. La irreverencia para poner en escena a santos, beatos, obispos, vírgenes, mártires y confesores, todos los personajes del Año Cristiano y  la Leyenda Dorada, haciéndoles hablar, reír, decir inocentadas como los hombres. Tiene su misma socarrona seriedad para contar historias de aparecidos, de duendes, de milagros autpenticos e increíbles, entrecortando la relación con reflexiones que arañan…
Otros cascabeles tienen su burla. Ha creado o recogido del pueblo un semillero de expresiones picarescas, exageradas o extravagantes, a menudo inconexas, pero que causan la sensaciónde una charla traviesa Y dislocada.
Así, decir, por ejemplo, para exagerar la sutileza de un alcalde que sería “capaz de sentir el galope del caballo de copas” o de una barba más crecida que “deuda pública”, o de un pobretón “sin más bienes raíces que los pelos de la cara”.
FRASES
A él le pertenecen frases que se han tornado usuales. “Contemporáneo de los tirantes”, “Los arrabales de la garganta! Y otras más, otras mil imposibles de citar casi todas, pues cabrillean en cada frase.
La frase larga, incidentica, se pimenta de refranes y apelativos vivaces como cohetes. Y es así una música retozona que sólo por su sonido alegra. Se recuerdan, sin quererlo, la novela picaresca española o las bromas locuaces de ese abuelo despechugado que se llama Rabelais. Solo quiero citar dos páginas al azar.
“Mala pascua me dé Dios y sea la primera que viniere, o deme longevidad de elefante con salud de enfermo, si en el retrato, así físico como moral, de Tijereta he tenido voluntad de jabonar la paciencia a miembro viviente de la respetable cofradía del ante mí y certifico, y hago esta salvedad, digna de un lego confitado, no tanto en descargo de mis culpas, que son pocas, y de mi conciencia de narrador, que no es grano de anís, cuanto porque esa es gente de mucha enjudia, con las que ni me tiro ni me pago, ni le debo ni le cobro. 
CONSEJA
Y basta de dibujos y requilorios y andar andillo, y siga la zambra, que si Dios es servido y el tiempo y las aguas me favorecen, y esta conseja cae en gracia, cuentas ha de enjaretar a porrillo y sin más intervención de cartulario. Ande la rueda y coz con ella”
Galán de  capa y espada e hidalgo de relumbrón en ocasiones, y en otras legítimo mozo cunda y de todo juego, era en el primer cuarto del siglo XVII un don Pedro Mexía de Ovando, que así lucia guantes de ámbar, chapeo con escudete de oro y plumerillo y parmesana azul de paño determinado con acuchillados de raso carmesí, en los opulentos salones del señorial palacio de los virreyes marqués de Monte Claros y príncipe de Esquilache, como arrastraba su decoro en los chiribiteles de la Barranquita.
Pampa de Lara y Tajamar de los Alguaciles, a la sazón cuarteles de los hampones, tahúres, bajamaneros, proxenetas, pecatrices y demás gentuallas de pasaporte sucio y vergüenza traspapelada.
Como se ve por tan simpáticos ejemplos, Palma se acerca más en su burla a la locuaz manera española que a la concisa ironía de Francia. No es la suya la frase incisiva de Voltaire en que más se adivina que se lee, esa sonrisa apenas insinuada. Casi no intenta ser irónico.
En la ironía hay siempre una escondida hostilidad y Palma, amante sincero de la colonia, no puede reír de sus hábitos y escarnecer sus supersticiones. Por esta mezcla de emoción y de travesura, en  que hay bastante entusiasmo para evitar la malevolencia y mucha lucidez para dejarse cegar por el entusiasmo.

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Micaela Villegas, la Perricholi.

VERSION
Palma consigue que su versión parezca la más veraz: los novelistas que después de él exploten la realidad pasada deberán someterse a su evocación si quieren ser creídos. ¡Edad cautivante de encantadoras sutilezas y devaneos!
¿Fue así fútil y encantadora? ¿No son  mentiras del cronista? Lima es allí un Versalles diminuto, donde cada balcón cerrado es un Trianón reducido, donde en vez de las fuentes  irisadas hay un paseo de aguas y bien podemos parangonar a la Perricholi con la señora de Pompaduor.
Pero entendámonos: un Versalles que concilia a veces la austeridad calderoniana  con los abates beaux parleurs y Ninón. La Inquisición no ha enseñado a las bellas inconstantes sus zozobras teologales, pero si su metódica crueldad.
En las tradiciones de Palma saben deshacerse de un marido, suprimir a un amante infiel, las mismas manos hechas para manejar el abanico. Mientras sus hermanas de  Versalles ensayan un lunar en la mejilla o una elegante genuflexión a la pavana, ellas se obstinan y conspiran como hombres, mienten  amor a un virrey para vengarse. Se amotinan porque otro legisla sobre los mantos.
JUSTICIA
Se hacen justicia por sí mismo hasta esgrimir las uñas. O las navajas se alocan por una frivolidad. Se retiran a un claustro por un capricho y cuando don Féliz de Montemar les ha quitado la honra, van a purgar a un convento el delito de haber sido sinceras.
¡La honra! Es la obsesión de esa edad, su enfermedad y su imagen. Ella hace matar al virrey que baja furtivamente la escala de seda, eterniza los odios familiares por todas las Elviras infortunadas. En el noble se llama orgullo del abolengo.
Si efectivamente el orgullo que detuvo a dos calesas en una calle de Lima porque dos linajudos se disputaban la derecha. El orgullo profesional que prologa las disensiones de virreyes y de arzobispos  hasta que decida su Majestad. Se derrocha el  patrimonio por un blasón.
Se pelea a muerte por si se tienen o no se tienen capítulos comprobados a sentarse en una silla elegida y ¡curioso contraste de esta edad paradójica! A pesar de la religión que es inflexible, a pesar de la honra, que es tirana, no es raro el  delicioso relajamiento de Versalles. Se rie y se peca en abundancia. Los mismos virreyes arriesgan la vida por un beso.
La señorita Perricholi, virreina de la galantería, tiene tantas perlas como pecados mortales. Abades madrigalistas pulsan tan bien la guitarra como la lira. No importa que la Inquisición amenace con sus llamas terrenas y la Iglesia con su infernal quemadero: las limeñas se van al Purgatorio sonriendo.

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Un libro notable:  lo escrito sirve a la humanidad.

VEJEZ
El auto de fe es una fiesta como los toros y aquella sombría austeridad   que tornó a la España del taciturno Felipe en un inmenso claustro, aquí, bajo el sueño risueño, se convierte apenas en una inocente hipocresía.
Los últimos años de su vejez los ha dedicado Palma, agotadas las tradiciones y sus fuerzas, a su afición filológica. Sus Papeletas lexicográficas continúan el Diccionario de peruanismos de Juan de Arona.
Propuso voces peruanas a la Academia Española. Pero no le aceptaron su jugoso vocabulario. Festejado  últimamente en cordial y unánime homenaje como una gloria viviente, ha tenido la fortuna de ver que, si no deja discípulos, tendrá por lo menos lectores y admiradores siempre.
Un ensayista, un pensador apasionado, un pagano místico a la manera armoniosa de su maestro Luis Menard: un soñador situado a igual distancia de la pura especulación y del lirismo sin medula, este parece representar González Prada en la literatura del Perú.
Es presumible, puesto que tiene más de 70 años, que no escribirá muchas obras. Pocas son las publicadas para juzgar a uno de estos altos espíritus as quienes siempre exigimos la completa definición de sus almas en algún libro homogéneo.

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Famoso libro del gran radical

PRADA
El más completo de Prada es el tomito de versos Minúsculas, Paginas libres, y Horas de lucha, sus colecciones de artículos, parecen misceláneas de un admirable escritor cuyos libros centrales se perdieron.
La juventud de González  Prada apenas se extravía en el quejumbroso pleonasmo de nuestros líricos. Este si nació sincero. Con sus lecrturas favoritas de Fray Luis de León o de Leopardi se compone el más singular estado de ánimo: un sosiego sombrío y nihilista.
 Si se retira al campo, no será para descansar, como el divino fraile, en la certidumbre que eun Dios bondadoso preside a nuestra pereza, sino para repetirse, como un incrédulo ermitaño desesperado, el desamparo del hombre bajo un cielo sin dioses y entre una naturaleza sin oídos. Este será su tema predilecto y su invariable  melancolía.
En 1871 sólo es poeta: diez años después talla su prosa rotunda. En esta forma lisa, donde la dórica simetría hiciera presumir el alma olímpica, los adjetivos furentes y los  estallidos de la oración recuerdan los desvíos del cincel o las indecisiones del compás que en suaves mármoles de mujer atestiguan la excelsa cólera de crear.
Ya ha empezado a ser enemigo de todo el mundo. Una leyenda. Una rencorosa leyenda lo aleja y lo aísla como la nube de azufre a Satanás Paginas Libres merece entonces los honores de un auto de fe. Curas y dueñas queman el libro. UN pazguato fraile responde Páginas razonables, en nombre de Santo Tomás y de Sancho Panza.
RELIGION
Ataca  Prada a la religión, y todos somos católicos presumibles mientras se nos pruebe lo contrario. Vamos a  misa aunque sólo sea para ver a la novia: transigimos con el sacerdote que pudiera embarazar nuestros amores, y los furibundos liberales de mocedades adoptarán al cabo la amable hipocresía de todo el mundo.
Nadie comprendía, pues, las obstinación de Prada: rebeldía de madurez, y ya no pecado juvenil. Le acosaron, le abrumaron con la más taimada conspiración de silencios… Aquello fue una triste historia.
Con su actitud quedaba probado lo que tal vez no necesitaba demostraciones. Prada es el menos peruano de los escritores. Perpetuo iracundo en un país donde los años docilitan las rebeldías. Inquieto por hallar un sentido religioso al mundo donde nadie conoce la inquietud metafísica y se acogen todos, porque no tiene levaduras el  alma a un catolicismo de ceremonia.
Capaz de indignación donde la sonrisa basta. Pesimista incrédulo donde los negadores románticos coinciden en la afirmación del principio divino. Sarcástico donde la sátira fue rasguño. Grave donde tantos ríen. Patético en la criolla fiesta. Escritor viril donde la prosa es amable desmayo. Sobrio y escueto donde los literatos sintieron en general el frenesí y el pleonasmo.
OSADIA
Fue naturalmente el no conformista, el refractario de Jules Vallés que al margen de la sociedad a quien arrostra,  maldice, niega y se obstina. Como era extranjero, en cierto modo, vio con temible lucidez. Esa invitación al odio, que fue su célebre discurso sobre la guerra del 80, se recuerda siempre como el más hermoso espectáculo de osadía.
Su genio le llevaba a indisponerse. Ya casi no podríamos reconocer al horaciano desesperado de sus primeros versos. En las más furibundas cóleras de anarquistas hay casi siempre un lirismo estrangulado, el rencor por una juventud que fue generosa e ilusionada
Odio y amor son sólo grados, nos dicen los psicólogos, y porque fue grande el amor es terco el odio…¡Rencores de González  Prada, que van dejando al desnudo las aristas del estilo y del alma como el ácido en el cobre del agua fuerte!
Su prosa llega en capítulos como Valera y Castelar, a una sequedad flamígera. “Abofetear con rosas mojadas en vitriolo”, dice en alguna parte. Es su programa. Como el admirable ecuatoriano Montalvo, vierte veneno en puras ánforas.
Es común este cuidado del estilo a casi todos los grandes libelistas, cual si temieran desaliñarse en la cólera, o si a la sátira pasajera como los hombres a quienes castigaba, quisieran eternizarla en el arte, enfriando en molde brusco, para la crispada actitud del  Perseo iracundo, el bronce ayer candente.


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Foto poco conocida de González Prada.

REGLAS
Por primera vez en el Perú la prosa tiene reglas. Crispada ajena al abandono, monótona alguna vez la rotundidad de la cadencia, sin esas profundidades de música que nuestro exigente lirismo  quisiera a ratos. Prosa escultural ha sido y quiso  Prada que fuera.
Por donde llegamos al punto central de esta alma apasionada. Como Leconte de Lisle o Flaubert, a quienes recuerda por su belleza nórdica de vikingo, v que pusiera el oído atento al clamoroso derrumbamiento de Grecia, como los dos grandes teóricos del parnasianismo impersonal y anti romántico, combatía esa impúdica afición a mostrar el alma al transeúnte con cinismo elegiaco de lupanar
Dirá en Minúsculas: Suspira, oh corazón tan silencioso/que nadie sienta el eco del suspiro/A cobardes almas deja el lamento y el sollozo/ es del altivo y del fuerte sonreír en la agonía.
Resume así el estoicismo literario de los maestros Sustine et abstine. No des tu corazón al vulgo. Hay una pagana santidad en el dolor sin frases y la reticencia puede ser una cortesía. La Grecia maternal nos enseña a esculpir nuestro silencio abrumado con el ejemplo decorativo  de la Cariátide… 
RECUERDOS
No sé si siempre fue deliberado  el intento. En todo caso, hallamos en la prosa de Prada reminiscencias de Leconte, de Lisle y de Flaubert, mientras la lucha interior del parnasiano y del romántico es  la misma: Aborrecemos esta vida/mas no quisiéramos morir…
Así dice en Minúsculas. ¿No es exactamente la frase del  Manfredo de Byron?! Cuántas otras contradicciones se le señalan! Cuanto después de haber sido en Páginas Libres, el profesor de odio a Chile, exclama en Minúsculas: Patria feroz y sanguinario mito/execro yo  tu bárbara impiedad;/yo salvo las fronteras, yo repito: ¡humanidad!
Cuando condena lo que adoró, ¿no hace la amarga confesión del solitario que desfallece? Para este inquieto la verdad no es el hito inmóvil de los otros, sino el clavo de veleta en donde herirse. Y la mariposa que los antiguos encerraban simbólicamente en el cráneo vacío, queda también batiendo el ala terca y musical, sin esperanza.
Quienes leyeron versos suyos en 1861 en el Parnaso peruano de Cortés y hacia 1877 en los Anales del Circulo Literario, no suponían, sin duda, que el polemista famoso continuaba mudando, según el precepto de Heine,  sus grandes dolores en canciones menudas.

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Conozcamos  el saber de los libros.

SENTIMIENTO
El que tanto se encolerizara como Cellini, hacía en verso la paráfrasis de aquella mínima y magistral orfebrería. Minúsculas se llama el libro. Ya no son canciones románticas, aunque subsisten algunos piélagos, algunos blandos arrullos de mansa paloma o ritornelos de Bécquer.
Los metros son antiguos, (rondeles o pantums casi siempre) y los acentos modernos.  Si ronsardiza, es para quejarse de querella más grave que la del fugaz                                                                                                                                                                                                                                                                                      esplendor  de la rosa:  Los bienes y las glorias de la vida/o nunca vienen o nos llegan tarde;/lucen de cerca, pasan de corrida/los bienes y las glorias de la vida.
Y su patético sentimiento de las horas que pasan no le sugiere el tunante consejo del francés a su dama: el de ceder al amor ¨”cependant qu’etes belle”, sino una melancolía reticente: Decirte querría mi pena/más dudo, me arredro y me callo. /A ti la piadosa y las buena, decirte querrías mi pena.
Su inspiración hay que buscarla más lejos en la Antología griega y en los cuartetos del lánguido poeta de Nichapur. Su flauta es de Meleagro y su guzla de Omar Khayám. Conoce la melancolía del placer y el estéril consuelo de la copa de vino. Más tarde en sus Exóticas, los mejores versos son traducciones de los cuartetos del Rubayát, cuya  filosofía adoptará. 
MORAL
¿Oh primavera  ¡oh juventud!  ¡oh engaños!/¡oh bien fugaz! ¡oh perdurables daños!/Hoja por hoja se desnuda el tronco,/día por día se nos van los años./¿A qué la austeridad? Si joven eres,/corre a pedir el beso a las mujeres/tal vez el súmmum de la ciencia humana/es agotar la miel de los placeres./No dejes por el fruto de verano/la flor de primavera; el bien cercano/es el mejor, el único; no vayas/tras el redoble de un tambor lejano.
Renunciamos a creerle. Es un consejo patético, como el de Renán, anciano, cuando dudaba de la trascendencia de la virtud y establecía con la belleza una equivalencia de cosa inútil, por donde el santo y el poeta fueron sólo sublimes egoístas de la orgía interior.
Después de haber escuchado el redoble de ese lejano tambor que resuena en su verso, González Prada no ha abdicado y no olvido la triste campaña de hace pocos años. Séanle permitidas, pues, estas boutades de pesimista a quien dio ejemplo siempre de una intachable belleza moral. Contrastes son incomprensibles para críticos nuestros, que juzgan con alma inconmovible lo que escribió el alma candente.
En los últimos años González Prada extrema los iniciales pensamientos. En un país donde los hombres envejecen tan cuerdamente, este anciano tiene frescas indignaciones de joven, ¡qué digo! Crece en años y en locura. ¡Oh corazón de delirar nacido!, confesó alguna vez.

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PATRIOTAS
Para Carlos Augusto Salaverry escribir versos románticos era una manera de ser patriota. Algo semejante piensa Prada. En su primer libro, Paginas libres, combatía el catolicismo y a la gramática. Negaba a Dios y a las metáforas del antiguo régimen.
Había allí jotas sediciosas y palabras sincopadas que son motines. Olvido después  estas querellas ortográficas. Pero en Minúsculas  seguía combatiendo el morboso “purismo académico” y Exóticas,  su última obra, es su tentativa frustrada de verso libre.
¿Por qué no decir la verdad de quien la ha amado tanto?  Este libro es un error, este libro parece un manual de poética con ejemplos y lo es en cierto modo. Prada ha escrito un tratado de métrica que será sin duda admirable.
Más no es posible fabricar versos ejemplares, deliberar la poesía como la prosa. Dijo sólo un humorado Edgardo Poe cuando pretendía haber escrito El cuervo sin rapto lírico alguno, calculando y razonando las punzadas de su demente melodía.
No sabemos si volverá Prada a las fluidas quejas de Minúsculas, si aún tendrá acentos broncos de admonición o de cólera. Pero las obras publicadas bastan para su gloria durable. Allí aprendimos, con sorpresa cordial, a los 20 años, que la prosa no era sólo un arte exótico. 
AFECTO
Contábamos con  un hermano de Montalvo y de Martí, de cuantos supieron dar a las erupciones de su cólera justa una erizada blancura de lava. No nos faltaba ya el espectador clarividente de nuestra vida. Y la común incomprensión del público nos apenaba como una pérdida irreparable.
Alentado por muchos, ¡cuántas obras maestras hubiera escrito! En cambio trabajó solitario y vejado, acorazándose en su arrogancia, que pudo parecer sólo sequedad agresiva a quienes no le vieron nunca en la intimidad-como yo, por fortuna alguna vez, cuando quiso agradecerme un filial elogio-mudar el rostro leonino para un urgente disimulo de lágrimas. (Editado, resumido y condensado del libro “Obras Escogidas de Ventura García Calderón”, destacado intelectual peruano que, con sus estudios, rescata los orígenes culturales de este país. Nació por un azar patriótico en Paris, retornó al Perú donde estudió. Posteriormente volvió a Francia en 1905 salvo cortos intervalos por aquí, Rio de Janeiro y Bruselas hasta 1959 en que murió, siempre habitante de la ciudad luz)

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