viernes, 26 de agosto de 2016

LA GRAN PERSONALIDAD DE SAENZ PEÑA

Por su origen el doctor Roque Sáenz Peña pertenece al patriarcado porteño y después de una inquieta juventud evocada por el romanticismo de su valiente actuación a favor del Perú en la Guerra del Pacífico, habíase distinguido en su edad posterior por sus brillantes dotes de jurisconsulto, internacionalista y diplomático. Su personalidad intelectual era brillante e indiscutida, pero sus antecedentes políticos y el carácter de las agrupaciones que sostuvieron su nombre no permitían abrigar mucho optimismo sobre el futuro cívico de la Argentina., a pesar de las declaraciones que formuló al aceptar su candidatura.
Expresó claramente sus propósitos de restauración democrática y el deseo de gobernar de acuerdo con la opinión pública y afirmó: “Yo no habré tomar puesto ni bandera en las políticas locales, pero, habré de sostener las autoridades constituidas y amparar a las oposiciones en su función regular y saludable, dentro de las facultades que delimita la Constitución”.
Para después declarar enfáticamente que “no tenía más compromisos con los hombres, con los partidos que los que en este momento contraigo con mi país, para inspirarme en sus altos intereses sobre toda otra  consideración de vínculos personales o de afectos”.
Aún más categóricas fueron sus  afirmaciones al jurar el cargo el 12 de Octubre de 1910: …aspiro a que las minorías estén representadas y ampliamente garantizadas en la integridad de sus derechos. Yo me obligo ante vosotros, ante mis conciudadanos y ante los partidos, a provocar el ejercicio del voto por todos los medios que me acuerda la Constitución, porque como he dicho, no basta garantizar el sufragio, necesitamos creer y movilizar al sufragante.

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Sáenz Peña: peruanista y Presidente de Argentina

PADRON
Simultáneamente afirmó la necesidad de levantar un nuevo padrón electoral para llamar  a la acción a todos los ciudadanos, procurando que los partidos fiscalizaran la legalidad de la inscripción. Con la erudita cooperación de Indalecio Gómez, prontamente estuvo preparado el proyecto de reforma electoral.
Dicho dispositivo establecía como principio fundamental el voto secreto y obligatorio y como modalidad, para la representación de las minorías, el sistema de la lista incompleta, con las garantías consiguientes a la formación de un puro y auténtico registro cívico electoral.
Su mensaje al Congreso, lleno de patriótico optimismo, llevaba esta frase histórica: “Esto que se ha dado en llamar la quimera de un romántico, es una verdad tan práctica y un precepto de ejecución tan sencilla que cuando la sintamos realizada, recordaremos como un anacronismo los regímenes que la han desconocido”.
En el Congreso los debates fueron ardorosos y la oposición doctrinaria y política temible, a la que hizo frente la persuasiva dialéctica de Indalecio Gómez, hasta que por fin fueron aprobadas la Ley Electoral y sus  accesorias que la instrumentaban.

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Una estampilla en su recuerdo.

TRIUNFO
Triunfó, pues, la patriótica visión de Sáenz Peña, pero era esencial que el pueblo votara y que el partido abstencionista por excelencia concurriera a las urnas. Por fortuna, la Unión Cívica Radical creyó en Sáenz Peña y a la prueba de fuego de la primera elección bajo el nuevo régimen, a realizarse el 1° de Abril de 1912 en Santa Fé, concurrió el partido Radical que resultó vencedor como ocurrió días después en los comicios de diputados en la Capital Federal y en diversas provincias.
El 9 de Agosto de 1914, falleció Sáenz Peña, quien en Octubre del año anterior había delegado la presidencia en el vice, Victorino de la Plaza. Las circunstancias internas y externas eran graves. Acababa de iniciarse la guerra en Europa y no se sabe cuáles serían sus repercusiones.
Por último, la ascensión definitiva al poder ´por parte de la Plaza planteaba una grave incógnita política, si bien el mandatario en su mensaje de 1914, como Vicepresidente en ejercicio, había afirmado categóricamente su propósito de velar por el  más amplio ejercicio de la libertad electoral.
Como respuesta al mudo interrogante de los viejos políticos, ratificó la posición de Sáenz Peña e hizo, en ocasión del referido mensaje, un llamado al pueblo para que se congregase en  grandes partidos orgánicos.
HONORES
En la lucha por el imperio de la verdad democrática, hay que otorgar un puesto de honor a de la Plaza. En efecto, si a Sáenz Peña se le debe el nobilísimo impulso traducido pro la sanción de la ley que lleva su nombre, la elección que la puso a prueba, como que de la decisión provino el cambio político más fundamental de la historia institucional, fue presidida con ecuanimidad por de la Plaza, quien supo resistir enérgicamente la fuerte presión ejercida para desviar su recta línea de conducta.
Miembro solidario de una fórmula quiso y supo compartir programa. El 2 de Abril se realizaron los comicios presidenciales. El radicalismo había proclamado la fórmula Irigoyen-Luna: los diversos partidos conservadores, tras muchas dificultades, cabildeos insinuaciones, excusaciones, renuncias y renuncias improvisaron  a último momento el binomio Angel D. Rojas- Juan E. Serú.
El partido Demócrata Progresista proclamó la fórmula Lisandro de la Torre-Alejandro Carbó. Por último, el socialismo presentó la suya  integrada por Juan B. Justo y Nicolás Repetto. Los comicios resultaron inobjetables y la cifra  respectiva de electores de presidente fue: Unión Cívica Radial 152.  Partido Conservador 69, Demócrata Progresista 62 y Socialista 14.

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Los heroes peruanos de la Guerra del Pacifico

TENSION
Los radicales superaban en un elector al mínimo necesario de 151, pero los 19 electores del radicalismo  de Santa Fe  se oponían terminantemente a la elección de Irigoyen, quedando la duda  si presentarían candidato propio o se abstendrían, con lo cual, la mayoría conservadora del Congreso sería la llamada a tomar la decisiva resolución en el pleito político.
La tensión fue enorme, pero la verdad era que el radicalismo, haciendo abstracción de l disidencia local en contra de Irigoyen, era mayor, pues sus 378,810 votos de la elección de primer grado superaban, juntos y separados, a los 154,549 conservadores, 140.443 demócratas progresistas y 56,107 socialistas.
Cualquier solución que no diese el triunfo a la mayoría hubiera sido antidemocrática y daría un golpe mortal a la renovada conciencia cívica en su primer ensayo a fondo. Pero no se produjeron las temidas incidencias y los disidentes de Santa Fe, aceptando las sugestiones de Adolfo E Dávila, se inclinaron ante el veredicto de la mayoría, votando la fórmula Irigoyen-Luna que obtuvo 152 votos.
Los electores socialistas cumplieron su mandato, pero en las combinaciones políticas de los otros dos partidos hubo cambios, pues muchos votos se plegaron a Rojas que obtuvo 104 contra sólo 20 de Lisandro de la Torre.
Con el escrutinio se daba término constitucional a los comicios libres del 2 de Abril de 1916, que debía abrir una nueva era en las prácticas institucionales. El pueblo había podido votar. Irigoyen era presidente. 

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