lunes, 29 de agosto de 2016

CUANDO UN CAUDILLO LLEGA AL PODER

Una espontánea, febril y multitudinaria expresión ciudadana pobló las calles de Buenos Aires configurando un episodio inédito en la historia política. El 12 de Octubre de 1916, Hipólito Irigoyen llegó al poder acompañado por un pueblo delirante que desenganchó los caballos de la carroza presidencial frente al Congreso y llevó a pulso el coche hasta la Casa de Gobierno. Por primera vez un hombre público adquirió la dimensión de providencial, la solidez de un real caudillo, la magia  de un extraño mesianismo.
Para los sociólogos no fue ni es un fenómeno fácil de interpretar porque si bien es cierto que Irigoyen asumió la presidencia mediante la genuina decisión del pueblo, su personalidad tenía aristas duras, frías, incomprensibles.
Era un hombre taciturno, carente de dotes oratorias, jamás arengaba a las masas ante las cuales se presentaba impávido, casi ausente. No obstante tenía un carisma, alimentado tal vez por sus extrañas actitudes, su recatada forma de vida y la  honestidad que sugerían sus procedimientos que conjugó las apetencias de una pequeña burguesía hasta entonces marginada de la vida cívica y de una gran masa de hijos de inmigrantes llegados al país 30 0 40 años atrás.
El radicalismo de Irigoyen no fue la manifestación romántica de Alem, se erigió en un movimiento revolucionario en tanto significó el acceso al poder de un vasto estrato social no contemplado en los cuadros políticos anteriores.

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Irigoyen: caudillo radical.

GESTION
No lo fue en cuanto carecía de un contenido ideológico, rico en ideas y propósitos, En cambio, la gestión del caudillo fue firme, casi implacable en el aspecto político a tal punto que uno de sus primeros actos de gobierno fue decretar la intervención de 14 provincias en un intento presuroso de radicalizar el país.
Afrontó, durante su primera presidencia, las dificultades derivadas de la crisis de posguerra y las vibraciones despertadas por la revolución rusa que comenzaron a manifestarse en el Río de la Plata.
Su periodo parecería estar plagado de contradicciones en los hechos: un gobierno que contó con la mayor anuencia del pueblo fue jaqueado por serios conflictos laborales, cuando casi simultáneamente engendraba leyes que constituían un dique de contención contra la voracidad patronal.
Claro ejemplo de lo primero es la famosa “Semana Trágica”. Elocuencia de lo segundo, la jubilación de los ferroviarios y la sanción de la jornada de las 8 horas. Previamente se habían desatado los paros ferroviarios, del personal de Correos en 1918 y el conflicto metalúrgico que terminó en una huelga general de sangrientas derivaciones. 
VANDALISMO
Es bueno recordar al respecto la descripción de un conocido historiador: “…en los primeros días del año 1919 se sentía síntomas ´precursores de agitación social. Se hablaba de la preparación de un paro general y muchos gremios exigieron alza de los salarios, pues la carestía de la vida había aumentado después de la finalización de de la guerra”.
En los talleres metalúrgicos de Vasena, el personal se declaró en huelga, se produjeron desordenes e intervino la policía. Lo que dio lugar a tiroteos en los que resultaron muertos varios obreros. Esa fue la chispa que provocó el estallido. Los sindicatos proletarios, solidarizándose con el movimiento, organizaron  el entierro de las víctimas en el cementerio de  la Chacarita.
Una muchedumbre compuesta ´por unos 20 mil hombres escoltó los cadáveres hasta la Chacarita. Esa multitud exasperada al  pasar por los talleres de Vasena quemó la fábrica y se desparramó violentamente por la ciudad, proclamando el paro general y la rebelión
A renglón seguido se incendió la Iglesia de Jesús Sacramentado en la calle Corrientes, se destruyeron las imágenes sagradas y también el asilo de niñas “ Casa de Jesús"   fue saqueado y devastado..
Toda clase de desmanes se cometieron contra los vehículos y los tranvías, atacando los carros, desenganchando los caballos y descargando las mercaderías para dejarlas abandonadas en la calzada.
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En una actuación publica

IMPOTENCIA
La policía fue impotente para contener los desordenes. Se hizo necesario pedir el auxilio de la   fuerza militar para reprimirlos. Toda la ciudad quedó paralizada y presa de pavor, mientras grupos armados impedían el tránsito y combatían a tiros con las patrullas de gendarmes.
La conmoción duró tres días en que fue dominada por tropas del Ejército a costa de muertos y heridos. En realidad, con su preludio, fueron 8 días sombríos que pusieron a prueba al caudillo, al seductor y que se repitieron con los episodios protagonizados por los portuarios, entre los años 1920 y 1921, también reprimidos violentamente.
Sería injusto, tal vez anecdótico, interpretar una gestión de gobierno sobre la base de los episodios de violencia acaecidos porque durante la presidencia del jefe radical se produjeron promisorios avances de la legislación social y obrera, se hizo frente a  la crisis de la vivienda mediante una ley de alquileres que tuvo singular trascendencia en la vida del país y porque-salvo casos aislados- la administración de Irigoyen estuvo signada por una intachable honestidad administrativa.
A esos ponderables elementos se agregaron otros no menos significativos como el movimiento estudiantil de 1918 que culminó con la Reforma Universitaria y el acceso de los alumnos  al gobierno de las universidades. 
POLITICA EXTERIOR
En materia de política exterior la actitud del líder radical fue firme. Defendió la neutralidad y la soberanía a en los conflictos desatados por los beligerantes durante la prolongada guerra mundial. No fue fácil para Hipólito Irigoyen mantener esa postura en un escenario dominado por las  pasiones y con las presiones extremas de las grandes potencias, que le exigían la ruptura con Alemania.
Pese a ello mantuvo, en esa emergencia, una conducta inalterable nutrida en la convicción de no comprometer al país en un conflicto en el que se debatían intereses ajenos. Esa actitud que lo perfiló con visión de estadista, se ratificó posteriormente cuando sostuvo la igualdad de países pequeños y  grandes beligerantes o no, para elegir al Consejo de la Liga de las Naciones, propiciado por el presidente norteamericano  Woodrow Wilson
La posición se sintetizó así: “Tratándose de una sociedad llamada a establecer la paz futura entre las naciones no cabe distingo de beligerantes y neutrales entre los que forman parte de ella. Se sostendrá  como cuestión fundamental que sea por igual admitidos a incorporarse todos los estados soberanos reconocidos como tales por la comunidad internacional”.

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Los principales lideres de la época

DEFECTOS
Cuando las proposiciones inspiradas en ese principio no fueron aceptadas, Argentina se retiró de la Liga. En el difícil análisis de ese momento histórico puede destacare, sin temor a las equivocaciones, la modestia y la honestidad del caudillo radical que donó sus sueldos a la Sociedad de Beneficencia y las posibilidades nunca cercenadas de la oposición en el Congreso que se suman a los citados avances en materia de legislación laboral.
En el otro platillo de la balanza pesa, indiscutiblemente, su desbordante personalismo que modificó su movimiento hasta el punto de convertirlo en “irigoyenismo”, su excesiva atención a los problemas partidarios que lo hicieron olvidar otras profundas grietas que ofrecía la sociedad.
Fue precisamente esa incontrolable fuerza la que facilitó el advenimiento de un hombre como Alvear, representante del repudio al  personalismo. Irigoyen resultó un hombre de controversias. ¡Quién no lo fue en el ejercicio de la función púbica?
 En otro plano, queda su inocultable egolatría cuya expresión más notoria se encuentra en sus propias expresiones vertidas a los 64 años: “Soy un hombre cabal en todo sentido que he realizado mi vida en absoluta identidad, enseñando y ejemplarizando siempre con un carácter inquebrantable. En la contienda, irreductible. Lo mismo que en la adversidad. Pero magnánimo en la victoria”

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