domingo, 31 de julio de 2016

LITERATURA ARGENTINA DEL SIGLO XX

Al iniciarse el siglo XX, la Argentina iba  por el camino del progreso a trancos definidos. La Literatura, como expresión de cultura, se hace más desinteresada y los escritores se entregan con mayor exclusividad a la elaboración formal de sus obras. Ellos reaccionan contra el militarismo y sus búsquedas se centran en la belleza con mayúscula.  El Modernismo, con Ruben Darío en la jefatura, viene a dar cohesión a esta tendencia, la que en pocos años revoluciona en forma y ritmos. La poesía y la prosa cambian por completo. Aparecen los ensayos impresionistas, relatos suntuarios, novelas barrocas de intenso estilo.
En el centro de esta corriente está Leopoldo Lugones (1874-1938). Su vasta producción prefigura casi todas las tendencias desarrolladas después. Con “Las Montañas de Oro” (1897) y “Los  Crepúsculos del Jardín (1905) se incita a renovar los estilos. “Lunario Sentimental” (1909), con su enorme vivero de metáforas, ejerce una influencia perdurable y hasta los antilugonianos se consagran a reconstruir sus borradores.
En “Odas Seculares” (1910), Lugones abandona la pirotecnia metafórica, sale de su torre, canta la historia, la naturaleza al pueblo y sus hombres, busca lo popular y castizo, se convierte en el poeta nacional. Jalonan este proceso “El Libro de los Paisajes (1912), “Poemas Solariegos” (1924) y “Romances del Río Seco” (1938). En la prosa, sin contrariar sus comienzos modernistas, abre rumbos con “La Guerra Gaucha” (1905) y “Las Fuerzas Extrañas” (1906).



Cortázar, Ocampo, Borges y Bloy Casares.

PROCESO
También integran la corriente: Leopoldo Diaz (1862-1947) en parte precursor con sus “Bajorelieves” parnasianos. Angel de Estrada (1862-1923), con “Redención”, cuadro novelesco y sus crónicas. Enrique Larreta (1873-1961), el mayor novelista de la tendencia, con “La Gloria de don Ramiro” (1908).
Al conmemorarse el Centenario, se ha decantado el Modernismo, se pone de relieve lo nacional y todos, por acción de Darío y Lugones, “procuran escribir bien”. Manteniéndose solitarios, Pedro B. Palacios (1854-1917) que publica en 1905 “El Misionero” y en 1909 “La Inmortal”. Es apocalíptico, mesiánico y truculento  superhombre, moralista y arrabalero. Con  Evaristo Carriego (1883-1912), alambicado y decadente en “Misas Herejes” (1912), sencillo, sentimental y casi letrista de tango en “El Alma del Suburbio” (1913).
Asimismo se colocan al margen del Modernismo, aunque no siempre librándose de su impacto, Roberto J Payró (1867-1928) naturalista que capta, comprensiva e irónicamente, una etapa del curso social en “El Casamiento de Laucha”, “Pago Chico” y “Divertidas Aventuras del Nieto de Juan Moreira”.


Famoso libro: retrato de la Argentina.

AUTORES
Ricardo Rojas (1882) que en 1907 da a conocer sus cuentos de “El País de la Selva” y en 1909 “La Restauración Nacionalista”, libros en lo que ya está presente su orientación de polígrafo. Enrique Banchs que hace un culto de la perfección formal escribe “Las Barcas”, El Libro de los Elogios”, “El Cascabel del Halcón” y La Urna”, poemas de estructura sutil y cristalinos entre los cuales se encuentran los mejores sonetos producidos en la Argentina.
Alberto Gerchunoff  (1884-1951) describe poéticamente el campo  en “Los Gauchos Judíos” (1909) y narra con gracia la vida de un caudillo en el “El Hombre Importante”, para orientarse después hacia el relato y forjarse un estilo personalísimo. Horacio Quiroga (1878-1937), mezcla de esteta y realista, que inicia su producción en Uruguay y sobresale en los cuentos cortos tales como las de las colecciones “El Crimen del Otro” (1904), “Cuentos de la Selva” (1918), “El Desierto” (1924) de extraordinaria fuerza espiritual, no obstante algunas imperfecciones técnicas.
Al iniciarse la primera Guerra Mundial y gestarse cambios de trascendencia en el panorama de la realidad, se acentúa el alejamiento de la artificiosidad modernista. Se buscan expresiones más sencillas, más humanas, más americanas.
Baldomero Fernández Moreno (1886-1950) se emancipa de la tutela  con “Las Iniciales del Misal”. Impresionista en todo halla tema poético y las cosas y hechos más triviales cobran, en su abundante producción, un sorprendente contenido.
1910
Desde aquel poemario hasta “El Libro de Marcela” corre sin desmayo su caudal lírico, transparente, sencillo, cordial, ingenioso. A la generación que surge hacia 1910, pertenecen Arturo Capdevilla (1889), poeta  sin excesos retóricos que en 1913 da a conocer “Melpómeme” y en 1917 “El Libro de la  Noche”. Autor de excelentes libros de límpida prosa.
Otra revelación Rafael Alberto Arrieta, alma y paisaje en recatada unidad, autor de “Las Noches de Oro”, y “Estilo Serrano”. Alfonsina Storni (1892-1938) que con “El Dulce Daño” e “Irremediablemente” introduce una nota original en la poesía erótica femenina, para más tarde abrazar una lírica más intelectual como en “El Mundo de 7 Pozos”.
Arturo  Marasso que tiende a lo clásico y se caracteriza especialmente con su “Melampo”. También integra esta generación Ezequiel Martínez Estrada con “Oro y Piedra”, “Nefelibal, “Argentina y Humaresca”, destacando sobre todo como ensayista: “Radiografía de la Pampa”, y “Muerte y Transfiguración de Martín Fierro”. Lo mismo ocurre con   Luis L. Franco autor de “Suma” y de libros de interpretación histórica: “El General Paz y los Dos Caudillajes” y “El Otro Rosas”.


Leopoldo Lugones: gran escritor.

PROSA
En la prosa narrativa destacan Manuel Gálvez novelista nato, realista en su  primera época, ejemplificada en “El Mal Metafísico” (1917) que luego se orienta a la novela histórica y la biografía. Benito Lynch escritor popular que logra su más perfecta expresión en “El Inglés de los Guesos”. Arturo Cancela con sus “Tres Relatos Porteños” de afinada pluma satírica. Bernardo González Arrili costumbrista con su “Protasio Lucero y “La Venus Calchaquí”.
Eduardo Acevedo Diaz autor de “Ramón Hazaña”, Carlos B Quiroga que en “La Raza Sufrida pinta el norte argentino. Fausto Burgos, Mateo Booz, Carlos Alberto Leumann, Guillermo Estrella, Víctor Juan Guillot y muchos más.
Después de la conflagración europea, y con los cambios advenidos en el mundo, surgen las llamadas escuelas de vanguardia, movimientos que hacen proliferan los “ismos”. Cuidan cada línea, sopesan cada palabra, cultivan la imagen por la imagen y hasta elaboran “antipoemas”.
Pero también se expande una literatura de tipo  social más representativa del momento que creadora de valores literarios.  Precursores de las primeras son Ricardo Guiraldes (1886-1927), con sus versos  del “Cencerro de Cristal” de gran perduración y con otras obras de peso como “Xaimaca” y “Don Segundo Sombra” (1926) y Oliveiro Gironda, con sus “Veinte Poemas Para Ser Leídos en el Tranvía”.
TENDENCIAS
Hacia 1924 se agrupan en la revista “Proa” y el periódico  “Martín Fierro” los ultraístas-tendencia de origen español con predominio de la metáfora- y muchos que no lo son, pero comulgan con sus negaciones, la antilugoniana especialmente, y se hacen conocer como “floridistas”.
Los de tendencia social, definidos en política, que “descubren a los rusos” y se dedican sobre todo a la prosa, tienen su grupo. “Claridad” y su apelativo de barrio: “boedistas”. Ambos grupos por su heterogeneidad, y si bien estimulan un gran movimiento poético y una voluntad de autodefinición, se deshacen hacia 1930. En el ínterin nace la Sociedad Argentina de Escritores, cuyo primer presidente-hecho simbólico- fue Leopoldo Lugones.
Los escritores que surgen en este periodo nacieron, en su mayoría, con posterioridad a 1890. Hacen aportes esenciales  sobre todo Jorge Luis Borges con “Fervor de Buenos Aires”, “Ficciones”, “Historia Universal de la Infamia”, “El Aleph”, “El Informe de Brodie”, “El Libro de Arena” y “La Memoria de Shakespeare”, entre muchas obras más-poemas, ensayos y antologías que lindan en lo perfectible, inolvidable y admirable.
También Leopoldo Marechal  con “Odas para el Hombre y La Mujer”, “Adán Buenosayres” (novela). Francisco Luis Bernárdez con “Alcándra” y “El Buque”. Ricardo Molinari con “El Imaginero” y “Esta Rosa Oscura del Aire”.


Borges y Sabato.

EXCEPCION
Eduardo González Lanusa con “Prisma” y “Oda a la Alegría y otros Poemas”. Carlos Mastronardi en “Conocimiento de la Noche y “Tierra Amanecida”. Conrado Nalé Roxlo escritor de “El Grillo” y “Claro Desvelo”, entre  muchos otros más.
Un lugar de excepción entre la lírica y el ensayo corresponde a Macedonio Fernández, hombre de una generación anterior, pero colabora con los jóvenes del periodo, autor de “No Todo es Vigilia” “La de los Ojos Abiertos”, “Papeles de Recienvenido” y “Una Novela que Comienza”, libros en los que se alían una especie de locura metafísica con una rara visión humorística.
Entre los novelistas que se sitúan en la primera fila está Eduardo Mallea, quien después de los “Cuentos Para una Inglesa Desesperada” cambia de rumbo para darnos “Historia de una Pasión Argentina” y una especie de novela  existencial en “La Bahía De Silencio”. También en “La Torre”.
Juan Goyanarte, realista autor  de “Lago Argentino” y “La Quemazón. Max Dickman, novelista de la vida rústica y de la ciudad, autor de “Madre América”. Profundizan lo nacional Alcides Greca, Pablo Rojas Paz, Juan Filloy, Fernando Gilardi, Enrique Espinoza, Guillermo House y otros.
Después se habla de una generación de 1940 que sería esencialmente lírica, sin dejar de poseer valiosos prosistas. Allí están Vicente Barbieri, Enrique Molina, María Granata, Wilcock Aguirre, Miguel Angel Gómez, Anderson Imbert, Bloy Casares, Juan Carlos Onetti, Ernesto Sabato. Todos ellos nacidos entre 1905 y 1920. Ahondan estados emocionales, buscan hallazgos por el camino de Neruda, Vallejo, Huidobro o de Breton y Sartre.
GENERACION DEL 50
La poesía de la generación del 50 empleará un tono hermético o deliberadamente anti retórico. El poeta acusa su carencia de identidad nacional. Se recoge en sí mismo. Se aísla de la inestable sociedad. Después se observa un compromiso con la sociedad circundante. Hay preocupaciones sociológicas.
Un nuevo humanismo surge alrededor del 60 y continúa en años posteriores. La retórica es dejada de lado, se busca la comunicación con un sí mismo profundo. Más adelante, aparecen otros poetas que unen a su actitud reflexiva una búsqueda metafísica. Hay una necesidad fervorosa de comunicación cósmica.
No sabemos el porque a ciencia cierta, pero la realidad  ha hecho a la Argentina un país rico en cuentistas. Hay uno de ellos consagrado totalmente: Julio Cortázar, un verdadero innovador de las letras. Genio del relato corto, la prosa poética y la narrativa. Autor de importantes novelas             que inauguraron una nueva forma de crear.

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Gran produccion de libros como aporte a la cultura.

CONSAGRACIONES
Cortázar rompió con los moldes clásicos mediante narraciones que escapan de la linealidad temporal y donde los personajes adquieren una autonomía y una profundidad pocas veces vista, Allí están impecables “Bestiario”, Final del Juego”, Los Venenos”, La Señorita Cora”,” Casa Tomada”,” Los Reyes”, “Los Premios” y “Rayuela”.
Consagrados están escritores como: Mallea, Anderson,  Imbert y muchos otros que aportan calidad aunque no siempre cantidad. La actual cuentisitica puede dividirse en varios grupos y allí aparece la línea psicológica, el realismo mágico y la vertiente metafísica. Evidentemente que destacan a plenitud Ernesto Sabato y Roger Plá. La literatura verdadero espejo de la realidad profunda de los pueblos.
 Aquí lo estamos demostrando, sin olvidarnos de Victoria Ocampo, la autora de “Testimonios” que es la primera mujer que en 1977 ocupa un sillón en la Academia Argentina de Letras y cuya desaparición se produce en 1979.

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