martes, 28 de junio de 2016

HUMOS HISTORICOS (I)

No hay datos concretos que nos permitan afirmar que en el Perú Precolombino se usara el tabaco, fumándolo o “en humo” como tan propiamente decían los antiguos. Es, si, evidente que los caciques de la isla española lo tomaban poniendo las hojas en unos palillos gruesos curiosamente labrados para este efecto y encendiéndolo por una parte, por la otra bebían su humo. Tal dice textualmente el  famoso padre Bernabé Cobo en su célebre e interesantísima obra “Historia del Nuevo Mundo”.
Los españoles adoptaron la costumbre y la extendieron  considerablemente en todas partes. No deja de ser interesante que el nombre que se ha conservado sea el del instrumento con que los indios  tocaban el humo.
La raíz silvestre era llamada coro por los indios nuestros, según el citado Cobo. Garcilaso dice que la planta se llamaba sayri y hace mención de los elogios que a tal planta tributó el doctor Monardes.

Parece, pues, que en el Perú se llama sayri a una especie de tabaco y topayre a otra hierba similar aún más fuerte y que generalmente se empleaba en polvo para ser respirada por las narices a  la manera de ese rapé al que fueron tan aficionados nuestros antepasados. En la lengua mexicana la planta de tabaco era llamada Picietl.

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Plantaciones de tabaco.

CURATIVO
Muy pronto se encontró que el tabaco podía servir para curar muchísimas dolencias y la curandería de los viejos tiempos utilizó tal planta para una serie de enfermedades. Cobo afirma que los indios peruanos para ciertas dolencias de los riñones la usan con agua caliente en ayunas.
Dice que el cocimiento “quita las nubes y cualquier paño o carnosidad deja limpio los ojos, que bebiendo de su raíz desaparecen los dolores de bubas y que mezclados los polvos con miel de abejas y aplicados calientes quitan cualquier dolor frío”
Parece que el gran jesuita fue partidario de sorber polvo de tabaco porque en la misma obra advierte, como quien hace una recomendación, que “tomados esos polvos en moderada cantidad por las narices quitan el dolor de cabeza  y jaqueca y aclara la vista”
La costumbre de fumar, esta visto, la tomaron los españoles de los indios y aunque al principio no se atrevieron, se conoce, a exagerar el tal uso como lo practicaban los caciques de la Española, inventaron otro más disimulado y de menos  ofensa de los presentes dice muy señorialmente Cobo, “que es un polvo por las narices, el cual hacen y aderezan con tantas aromáticas como clavos, almizcle, ámbar y otras especies olorosas que dan de sí fragancia”. 
RECOMENDACION
Pero nada tan interesante como la manera como recomienda el uso de los polvos de tabaco. Tan vivaz y gráfica es la forma del gran botánico e historiador, y tan pintoresca la anécdota ejemplar que pone para la defensa de tal uso, que no resistimos a la tentación de reproducir textualmente el párrafo pertinente.
Dice Cobo: “Tomado de esta manera como es menester descargar la cabeza, divierte los corrimientos de ella, sana las reumas y hace otros saludables efectos. Solo quiero contar aquí una cura maravillosa que yo vi hecha con tabaco en polvo en un religioso al cual le nació en un carrillo un granito de carne muy blando tan grueso como un garbanzo y poco a poco fue creciendo hasta que se hizo de gran tamaño”.
El enfermo se puso en manos  de cirujanos para que lo curasen, los cuales cortaron con una navaja aquella carne que sobresalía, como quien rebana un poco de pan. Con dolores intensísimos, le hicieron dos veces esa cruel cura, porque una vez cortado aquel lebanillo volvió a crecer.
Lo vi después de algunos años bueno y sano aunque con la señal de las curas pasadas y preguntándole con que había sanado tan perfectamente, me respondió que con sólo tomar por las narices un poco de tabaco en polvo, cuando sentía que de la cabeza lijaba el corrimiento. En el bultito sentía mucha comezón, como si por allí descendiera una hormiga u otro animalejo de los que nos causan comezón. Con el tabaco le paso todo.

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Los cigarrillos de hoy.

EVIDENCIA
No obstante de la ya incuestionable evidencia, de que el tabaco es originario de América y de que, por lo tanto, su uso fue de estas tierras al viejo mundo, no deja de ser curioso que Covarrubias en su “Tesoro de la Lengua Castellana” afirme que, según una autoridad de Plinio, lo conocieron los antiguos y que lo descubrió el demonio.
Acosta en su “Historia de las Indias” dice que el tabaco es un arbolillo o planta asaz común, pero de raras costumbres. Que los antiguos tuvieron como cosa que usada en vicio era dañina, lo demuestra la cuarteta que Antonio Solís le dedica en sus poesías: Tomada de tabaco un poco/que ese coco os lo dará/ Y en tomándole, ojalá/que huyáis de el como del coco.
En el primer diccionario de la lengua castellana y que comenzó a publicarse en 1726, se encuentra la palabra cigarro, pero no trae los diminutivos después tan usados de cigarrito y cigarrillo. Al hablar del cigarro dice que era el cañuto hueco  largo y del grueso de un dedo que se formaba con las hojas del tabaco, que humedecidas con vino se iban arrollando hoja sobre hoja.
Por esta descripción podría deducirse que hasta esa época se usaba solamente el cigarro propiamente dicho, o uro como lo llamamos aquí, pero al hablar del tabaco de hoja menciona especialmente el cigarro de papel. 
RAPE
Lo que se deduce evidentemente de ese diccionario es que a fines del siglo XVII y principios del XVIII, una de las formas más usadas de tomar tabaco era absolverlo por las narices, lo que hacían las mujeres aderezándolo con “cascos de barros finos olorosos”.
En cuanto al llamado rapé que era también el polvo del tabaco, el nombrecito está cantando que era de introducción francesa y así lo afirma el diccionario. En cuanto a la palabra cigarro parece que así se bautizo al canuto par aspirar el humo, por su semejanza con el cuerpo de la cantarina cigarra.
Añadiremos que también es vieja la costumbre de fumar en pipa como lo demuestra el uso de la palabra por antiquísimos autores y su explicación en el diccionario que los primeros académicos dedicaron a Felipe Quinto.
Y para remate citaremos el americanismo tabacazo y muy usado aquí y en Chile y que es menjurje de esa planta con alcohol o licores y que en algunos lugares solía darse, a manera de brujería, para hacer perder la cabeza a las personas y tanto que se creó la expresión: “Le han dado tabacazo”.
Se emplea poco en las ciudades, pero en los pueblos aún hay bromistas truhanescos que preparan terribles tabacazos para embriagar rápidamente a quienes quieren poner de lado en festejos o juergas para campear después señores y dueños de la reunión.

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La pipa.

GENERALIZACION
Que el uso del tabaco en todas las forma, muy especialmente de sorber el polvo por las narices y en las de “tomar en humo”, debió generalizarse mucho, lo demuestra el hecho de que alcanzó hasta el clero que, sin duda, abusó de él a punto de no distinguir lugar ni hora,
En el Concilio líense que comenzó en 1582, es decir cuando aún no se había cumplido el cincuentenario de la ciudad, se trató la cuestión. Entre los decretos de la tercera sección del Concilio Provincial que se publicaron en la Iglesia Catedral de la Ciudad de los Reyes, el 22 de Septiembre de 1584, el capítulo 24 que tiene el epígrafe “que no tomen tabaco antes de la Misa los sacerdotes, dice: Con precepto estrecho se prohíbe a los sacerdotes que antes de celebrar tomen por la boca ni por las narices el humo o polvo de tabaco o sayre, aunque sea color de medicina.
Este dato lo hemos tomado de la segunda parte de la obra “Organización de la Iglesia y Ordenes Religiosas en el Virreinato del Perú e el siglo XVI, cuyo autor es Roberto Levillier.
Pero parece que la obra tuvo contraventores, porque el 16 de Diciembre de 1751, el Arzobispo Barroeta hubo de prevenir a los sacerdotes se abstuviesen antes de la misa de usar tabaco en humo, en polvo o masticarlo en cumplimiento del Concilio Limense. 
PROHIBICIONES
Es interesante también admitir que los papas Urbano  VIII, Inocencio X  e Inocencio XI hicieron prohibiciones semejantes, lo que revela que el uso del tabaco estaba en todas sus formas muy generalizada.
Acostumbrados los españoles, y por ende los criollos, al uso del tabaco se estableció un comercio activo de esa planta y se hicieron cultivos en diversas regiones del país. Muy especialmente en Jaén de Bracamoros,  Saña, Moyobamba, etc.
Aunque el indio, en general, no adquirió la costumbre o mejor dicho el vicio, manteniendo su predilección por la coca, como el tabaco era preconizado de medicina eficaz para muchas dolencias y como no sólo hispanos y mestizos de las ciudades fumaban sino que lo aspiraban en polvo y lo masticaban, se pensó con razón que tal uso podría  servir de fuente de recursos a la Real Hacienda y en  1675 el Virrey Conde de Castellar proyectó por primera vez entre nosotros estancar el tabaco.
Pero como tal propósito no encontraba organización fiscal adecuada, una empresa particular quiso alzar el magnífico negocio, mediante la entrega al Rey de sólo diez mil pesos anuales por el privilegio. Naturalmente el estanco se quedó en proyecto.

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Plantas maceradas.

ESTANCO
El Tribunal del Consulado que intervino en el asunto informó desfavorablemente, pero la pomposamente llamada “sala de millones” del Consejo de Indias consultó al Rey la planificación del Estanco el 18 de Febrero de 1684 y fue aprobado dictándose un Real Orden e instrucción bastante copiosa y detallada como que contenía nada menos que 23 capítulos. El Estanco se estableció para la península en Canarias, pero al tratarse de implantarlo aquí ocurrieron tales dificultades que el asunto quedo aplazado.
En la importante obra que Jorge Juan y Antonio de Ulloa escribieron sobre la América Meridional en el tomo III capítulo X  hay datos tan interesantes y curiosos que bien valen que los glosemos porque revelan no sólo un aspecto del tráfico comercial de los días coloniales y de las relaciones que al respecto teníamos con México, La Habana, Panamá, sino algunas costumbres muy pintorescas.
Dicen los famosos autores que de la América Septentrional al más crecido comercio es el de tabacos en polvo que conducidos de La Habana a México y reparados o compuestos en esta capital van a Lima de donde pasan a las demás provincias.
Advierten los autores que los que hacen este tráfico no se mezclan en el de ropas, que era muy importante, pero sí en el de olores fuertes como el del ámbar, el almizcle y otros compuestos. Da una nota de elegancia el dato de que solían traer loza de la China. Se piensa en el salón con enconchados y en los marqueses de áureas casacas tomando de enjoyadas y preciosas cajitas  el aristocrático polvo de rapé.

FINEZA
Y como si no bastara este apunte hecho por los autores sin intención evocadora, pero del que emana un grato vaho de fineza, añaden en otro párrafo que el Reino de Tierra Firme envía tabaco e hoja en gran cantidad y también perlas, de que es considerable el consumo, porque fuera  de las muchas que gastan las señoras, no hay mulata que no tenga aderezo de ellas. Tabaco, perfumes, perlas y porcelanas.
Pero lo más sabroso es, sin duda, lo que dicen de una moda establecida en Lima que es muy común entre señoras y mujeres de toda especie y “consiste en traer de la boca de un limpión de tabaco cuyo primer instituto fue para limpiar los dientes como lo da a entender el nombre y la prolija atención como lo cuidan y los conservan muy blancos.
Son estos limpiones unos rollitos de tabaco de cuatro pulgadas de largo y nueve líneas de diámetro envueltos en hilo de pita muy blanco, la cual van destorciendo y desliando a proporción que el limpión se gasta.  Este lo ponen la boca por un extremo y después de haber mascado alguna cosa, frotan la dentadura con él y así .la mantienen siempre hermosa y aseada.


Variedades de rape alemán.

Y continua: “La gente ordinaria que no hace cosa por virtud sin convertirla en vicio, es tanto el que tienen en esto, que parecen horrorosas con un rolo de tabaco de pulgada y media de diámetro continuamente en la boca con el cual se desfiguran, pues no contentas con aquellos regulares y proporcionados, pretenden distinguirse en esto, escogiendo el doblado grueso.
Tanto por este uso como por el del tabaco en humo, que es igualmente general entre los hombres, es crecido el consumo del de  hoja que llevase allí para hacer los limpiones de Guayaquil, pero el que se gasta para fumar se lleva de Saña, Moyobamba, Jaén de Bracamoros, Llalla y Chillaos, en cuyas partes se produce con abundancia y es adecuado para el fin”
La interesante relación de los ilustres marinos que vinieron a la América en 1740 nos ofrece una idea curiosa de las costumbres y nos demuestras como era de apreciado y de bueno nuestro tabaco.  Continuará. (Páginas seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea.

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