domingo, 27 de diciembre de 2015

MEXICO EN EL PERU

Mucho se ha hablado y escrito sobre México en los últimos años con motivo de la celebración del centenario de aquel país hermano, tan semejante al nuestro, hasta en sus imperiales características, originarias y autóctonas, pero-felizmente tal vez para el evocador- nada o casi nada se ha dicho sobre las estrechísimas relaciones que ha habido entre el Perú y México, cuando este país luchaba heroica, fieramente por su independencia de aquellas épicas jornadas contra los ejércitos franceses que impusieron en el suelo de América un imperio exótico que terminó trágicamente con el fusilamiento de Maximiliano.
El Perú fue-hasta hace poco antes de la Guerra con Chile- el país en que el ideal americanista tuvo más arraigo y mayor vuelo. No hubo acontecimiento de importancia en el continente que no encontrara en nuestros hombres representativos, en nuestro gobierno, en nuestro pueblo, un eco comprensivo.
No hubo atentado, amenaza contra la libertad de los pueblos, acto peligroso para la integridad de la independencia hispanoamericana que no nos hallara dispuestos a la protesta, al socorro inmediato y nuestra voz de aliento, no sólo fuer el dejo romántico de una aspiración declamatoria, sino que se tradujo en actos de cancillería, en iniciativas de solidaridad, en empréstitos y en convocaciones para rechazar toda posibilidad de intromisión extraña en los asuntos propios de la vida de América.

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AMENAZAS
Fue Centro América amenazada por un filibustero audaz, fue Santo  Domingo sobre el que España tendió recia zarpa de león, fue México que vió amenazado su territorio por la intervención de las grandes potencias primero y por la acción de los ejércitos del tercero de  los napoleones, inmediatamente después fue el Paraguay atacado por tres países hermanos que hoy se duelen de la obra realizada y noblemente tienden la mano al heroico de ayer trágico y grande, y fue Cuba, la que encontró para su obra emancipadora nuestro mayor auxilio.
A todos llegó el aliento del Perú, símbolo en aquellos días de todas las fraternidades y de todas las grandezas. Pero nos sorprendió una guerra injusta y despiadada que detuvo nuestra revolución, cque nos tundió y desgarro y desde entonces, no sólo perdimos aquella altísima hegemonía espiritual del hermano mayor y generoso, sino que debilitada nuestra voz por la tragedia horrenda, en América comenzaron a perderse aquellos intensos movimientos de solidaridad americanista, de los que siempre el Perú portaestandarte, conductor y vocero.
Dicen que es desleído romanticismo añorar siempre y no encarar de espaldas al pasado la comprensión del presente y la adivinación del futuro. Más para encarar comprensivamente el presente y adelantarse en las misteriosas sombras del porvenir es indispensable conocer la historia, saber donde estuvo el error, donde el daño, donde el heroísmo y donde el crimen. 
GLORIFIQUEMOS…
El pasado debe ser el fin de un camino y además el comenzar de una ruta nueva. Pero cuando se ignora lo que se fue, hay el peligro de desandar las mismas sendas, de tropezar con los mismos obstáculos y de confundir, como en la noble copla doliente, el pasado con el porvenir.
Todo gran pueblo tiene un sentido de su historia y de su vida. En el Perú se han perdido muchas tradiciones y sin embargo no se podría decir que somos un pueblo que ha aprendido a mirar adelante. Poco alertas a contemplar las esfumadas líneas del pasado, no nos alcanza tampoco la mirada para dominar los horizontes cambiantes del mañana.
NO añoremos solamente por añorar como las viejas entristecidas y venidas a menos que lloran los viejos tiempos, porque así mismas se lloran y ya sólo esperan el acabamiento y saben que no florecen rosas, ni reverdece el amor.
Pero glorifiquemos lo que en el ayer hubo de bueno, interpretemos su sentido para conocernos más hondamente y para dejar nuestra huella en las cumbres nacientes y en las rutas recién trazadas y que así la esperanza salga del propio recuerdo, sea nuestro genuinamente y lleve hacia lo alto nuestro anhelo, como en las ruinas ilustres, irrumpen, cuando amanece el día, las aves que recogidas en la nocturna sombra salen  al sol para lanzarse a los espacios ávidos.
Evoquemos. Todos sabemos con un fácil texto de historia en las manos que la independencia de México fue obra recia, larga y épica y que en un momento fue interrumpida y casi trágicamente detenida por la intervención europea.

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La bandera de ese país hermano.

ANARQUIA
Eran días en que aún los Estados Unidos no tenían el colosal poderío que hoy nos asombra y tal vez nos espanta. La anarquía política de los países americanos daba aún sus frutos y esta situación que nos debilitaba a todos, unida a la desorientación ideológica que en ciertos sectores de la vida americana se iba formando por el temor de que la libertad hubiera sido prematura, despertó en el viejo continente apetitos de conquista.
A cada momento se vislumbraba la posibilidad de una reacción monárquica. Los escritores y pensadores de aquellos días, nos hablan con temor de una vuelta al coloniaje. Los sucesos de Centro América, de Santo Domingo, de México, del Uruguay y aún  de la Argentina, los rumores una intervención en el Ecuador, prepararon la opinión formidablemente, y de esta ebullición agitada de ideas de peligro, fue tal vez la causa del estallido que culminó el 2 de Mayo, matando para siempre toda amenaza de intervención europea den la América Latina.
Cuando se recorren aquellos días fervorosos por las causas americanistas, no sólo se comprende la importancia del Perú y su arrogante respetabilidad, sino que se da uno cuenta exacta de la opinión que forjó a los hombres de las epopeyas de México de Juárez y del Perú del 66, que afirmaron la independencia.
INTERVENCION
El año 1861 comienza ya la intervención europea en América, Francia, Inglaterra y España inician una acción conjunta contra México y se crea entonces un problema complejo, erizado de dificultades pero las incipientes nacionalidades americanas, demasiado preocupadas en su s diferencias intestinas para poder repetir las cruzadas libertadoras de los albores del siglo-.
El Perú tenía muchas vinculaciones con México y había celebrado en 1832 un Tratado de Amistad y Comercio, pero la distancia y la falta de comunicaciones hacían poco frecuentes las relaciones entre los dos países.
El año 1861 se realizan amenazantes sucesos en el Perú y el Perú se yergue en defensa del hermano. Gobernaba Castilla. Er Ministro de Relaciones Exteriores don José Fabio Melgar y ante la intromisión extranjera, se realiza la protesta.
Por circulares de 14 y 20 de Noviembre se señala el peligro a los gobiernos de América y a nuestros agentes diplomáticos. La verdad es que las notas del señor Melgar llenas de doctrina y elevadas de forma, debieron causar sensación en aquellos tiempos.
Y ya que de Melgar hablamos, contaremos que perteneció a nuestro Poder Judicial y que fue tan preferido por don Ramón en su segundo periodo, que  Francisco Lazo, el eminente pintor, que era también un escritor nacionalista lleno de bríos y de ingenio, lo bautizó con el graciosísimo remoquete de “El Gato de Palacio”.
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Una de sus bellas plazas en una urbe totalmente moderna.

REVUELO
Cuando aquí se conocieron los sucesos se armó un gran revuelo y nuestros intelectuales rivalizaron en hacer propaganda  a favor de México. Tanto se dijo, se habló y se propagó y tal era nuestra importancia que en los demás países de América, en Chile especialmente, el eco fue grande.
La circular de Melgar fue contestada por los gobiernos de Argentina, Chile y Bolivia. Por aquellos días se esbozó la necesidad de formar una Liga Americana. En la plaza pública, en la tribuna del Congreso, en la cátedra, en el periodismo la opinión del país se tradujo elocuentemente.
Nuestro Gobierno acreditó como Ministro y Cónsul General de México al romántico y nobilísimo poeta Manuel Nicolás Corpancho, quien fue recibido entusiastamente allí por los centros patrióticos, literarios y científicos.
La Sociedad Geográfica de México lo incorporó en su seno y Corpancho llevó la palabra alentadora del Perú. En una de las primeras comunicaciones pasadas por Corpancho se dice estas elocuentes palabras: “En vista de lo que sucede en México, los gobiernos americanos no deberían disimular los peligros que corren sus respectivas repúblicas, ni sacrificar la dignidad del continente a los deseos de mantener a todo trance las relaciones de amistad que a todas ellas las ligan con Francia”.

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Sus ruinas de gran valor arqueológico

LOS LIBERALES
Tal fue la labor de Corpancho y tan revelador el eco que llevó a la opinión pública del  Perú, que la Junta Patriótica de México, nombró al gran Mariscal Castilla nada menos que su Presidente Honorario.
Los ánimos continuaron enardeciéndose, y especialmente de nuestros liberales, portavoces siempre de las causas americanistas. Hubo mítines públicos, se formaron sociedades para juntar fondos para los hospitales de sangre de México, se fundaron tres periódicos dedicados a tratar especialmente las cuestiones que se relacionan con la absoluta autonomía de los soberanos de América, haciéndose hincapié sobre la cuestión mexicana.
Se creó y no se confunda con la Sociedad de Fundadores de la Independencia que hasta hoy existe, una de Defensores de la Independencia, que presidió el General Medina. Los periódicos que aparecieron al calor de aquellas ideas generosas fueron “La Democracia” y “El Pedestal de La Libertad”, órganos de aquella institución y “La Americana”, vocero de la Sociedad Liberal Central que presidía Francisco Javier Mariátegui y cuyo Secretario fue José Casimiro Ulloa.
Este fue el grupo liberal  que a fines del 62, a su vuelta del destierro dirigió José Gálvez. Colaboraban en aquel periódico además de los nombrados que se contaban entre los más asiduos, Vigil, Cisneros, Casós, Pazos, Pacheco, Tejada, Mansilla, Paz Soldán Urrea, García Calderón, Pérez, Trinidad Fernández, Castillo y  Larriva.

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La belleza al lado del mar

PALMA
Desde su destierro de Valparaíso, Palma enviaba versos ardorosos. Un colombiano talentoso, Próspero Pereyra Gamba, imponía su elocuencia y su cultura. El inmaculado Vigil en sus Pensamientos Latinoamericanos, decía que era indispensable ocuparse preferentemente de México.
En “La Revista de Lima”, el gran espíritu de José Casimiro Ulloa hablaba en sus interesantes Crónicas de la Quincena de todo lo que se relacionaba con los problemas del país de Juárez. Cuando llegó aquí la noticia de la batalla de las Cumbres en que los franceses sufrieron un serio revés, dijo que era “la primera victoria de la justicia contra la violencia en el suelo de América”.
Tal fue el entusiasmo popular que se formaron asociaciones liberales para defender a México en todas partes. En Piura se dio el curioso espectáculo de que se “fusilará por la espalda la efigie del traidor Santa Ana, cuando se supo que este general  se plegaba a la causa monárquica de su patria
Todos veían el problema como propio Parecían renacer los días de la Independencia, en que se confundían los hombres de todos los pueblos de América en un mismo y sacrosanto ideal. La Sociedad Defensores de la Independencia inició una suscripción para los hospitales de sangre de México y formaron el Comité personalidades tan distinguidas como los generales Martínez de Aparicio y La Puerta, Antonio Arenas, Manuel  Amunátegui, Tejeda, Althaus y  Ulloa.

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Lindo atardecer en tierras mexicanas.

PROGRAMA
Con motivo de las fiestas julias del 62 se preparó un programa colosal con desfiles cívicos en que se vio a generales del ejército, contralmirantes de la Armada, vocales de las coertes, maestros universitarios confundidos con el pueblo. Hubo una explosión de entusiasmo patriótico y americanista sin precedentes.
La Sociedad de Defensores de la Independencia organizó una colosal funciónen honor a México. En aquel festival se cantó el Himno de Mansilla. Cantaron las estrofas las artistas señoras de Cortes y España de Ferreti. Rossi Ghelly, el  estupendo y melódico barítono, se hizo ovacionar con aquello que hasta no hace mucho se cantaba: Libertad, luz divina del mundo/ no nos niegues tu puro arrebol!
El poeta J. F Larriva dijo unos versos y después de la función el publico dando vivas a México, a Juárez y la Independencia Americana paseó las calles y llegó hasta la casa del General Medina donde habló Ricardo Espiell, quien después  fue secretario de don Manuel Pardo.
El 27 de Julio hubo una fiesta en el Colegio de Guadalupe en que habló Francisco de Paula González Vigil, contestándole Cisneros en tan emocionante forma que dicen que al maestro liberal se le llenaron las lagrimas de los ojos.
El 28 la función fue en la Plaza de San Agustín donde el Alcalde Miguel Pardo pronuncio un patriótico discurso habiendo arrebatado al auditorio Casos, Pedro Gálvez, Camacho y Juan Martín Echenique.
ORADORES
Los oradores  hablaron desde los balcones de la casa de Juan Francisco Andraca que estuvo adornada con la bandera de todos los países de América.  Por cierto que ocurrió um inmcidente típico y pintoresco. Había comenzado ya la función y de pronto bandera en mano llegó un suizo apellidado Menezer, quien después de protestar en términos corteses de que no estuviese en el largo balcón la bandera de su país entrego, en medio de una gran ovación, la bandera de su patria.
El 29 se realizó en la Plaza de Armas en un tabladillo la bendición del estandarte de la Sociedad de Defensores de la Independencia y allí hablo Pereira Gamba, que poco después casó con una hija del célebre químico José Eboli, sabio italiano que trabajó en el Perú.
Se cuenta que a Eboli, que tenía alojados en su casa a los novios no le hacía mucha gracia el casorio a pesar de la prócer distinción de Gamba y que habiendo sido felicitado por muchas personas, a las que invariablemente respondía molte grazie concluyó por decirle no sabemos si a Barinaga o a Ruzo en San Carlos: Molte grazie, ma vediamo. Pereira é molto distinguido. Fa articolo, fa la polémica. Ma non fa la sopa. 
DESFILE
 Pereira que tenía tanto talento habló admirablemente tanto en la Plaza como en el teatro, lo mismo que el elegantísimo y cálido Echenique que además de su discurso, hizo declamar por la señora España unos versos que terminaban, refiriéndose a la situación de México. “A los altivos Andes no llegan las legiones/de reyes ni monarcas, ni de ningún tirano”.
Y para que no se crea que exageramos, el 30 hubo otro desfile en la Plaza Bolívar también con muchos oradores. Cisneros nuevamente entre ellos. Y en el teatro por la noche se representó una alegoría de Acisclo Villarán, el agudo bohemio, que invalido y melancólico ve acortarse hora a hora, sus días.
Pero hubo todavía más. En el Convictorio de San Carlos, Cisneros, Catedrático de Derecho Público pronunció un elocuente y nutrido discurso y don Ricardo W. Espinoza, poeta de la juventud, escribió un himno a los carolinos cuya estrofa dice:  “Carolinos La hoguera aticemos/donde hierve la patria el amor,/y el brillante pendón tremolemos/en que Dios libertad escribió.
En la Escuela de Medicina también hubo función y banquete y a él asistieron muchas personas y entre ellas el General Beingolea que recordó sus días de estudiante fernandino y cogiendo en sus manos la bandera peruana la batió en medio de clamorosas ovaciones.
¡Qué tiempos aquellos! ¡Qué tiempos y qué hombres! En todas las fiestas y desfiles se vivó a México y se entrelazaron las banderas de los países en un solo amor y en una sola convocación de libertad y de solidaridad americanista.

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Comercio en las calles.

IDEALES
En tanto los ideales propagados por el Perú seguían su camino. En Chile, en la Argentina se fundaron sociedades análogas a las fundadas aquí y la prensa llevaba al mundo la convicción de que México no estaba solo y que los países americanos se disponían a repetir la epopeya de la independencia. Francisco Javier Mariátegui exponía la doctrina de Monroe y reclamaba de Estados Unidos su aplicación desde las columnas de América. Todos rivalizaban en decisión por la causa mexicana.
Pero en medio de tantas esperanzas, llego la nota dolorosa y sombría. Corpancho, el simpático poeta, de los románticos arrestos que llevó a cabo una obra tan vasta cerca del gobierno de Juárez, que cuando cayó la capital mexicana en poder de la fuerza de Forey, fue señalado como enemigo de la Francia. Enemigo de Francia él, romántico enamorado de Víctor Hugo. Enemigo del absolutismo entrometido de de Napoleón III, seguramente sí.
Cumplió su deber con altura, con espíritu de sacrificio, con americanismo sin tacha, como uno de aquellos caballeros que él solía pintar en sus versos tan fielmente, como que llevaba dentro un cruzado de justicia.


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Charros y bellezas de esa nación tan amiga del Perú.

PROTESTA
El titulado gobierno de la regencia el año de 1863 le envió sus pasaportes exigiéndole dejase el territorio mexicano en el imposible término de tres días. Corpancho protestó con altivez y pidió se reuniese el Cuerpo Diplomático, pero el Ministro Arroyo que servía a a la causa de Francia le replicó que su presencia era incompatible con el nuevo gobierno mexicano.
Lo obligaron a salir. Nunca reconoció al Gobierno de de la Regencia. El 12 de Septiembre de aquel año se embarcó en Veracruz, obligado por la tiranía, rumbo a La Habana. El barco se perdió por un incendio ocurrido a bordo entre los cabos Catoche y San Antonio.
En Octubre del mismo año, el representante de Chile Sotomayor Valdez comunicaba al gobierno del Peru en una sentidísima nota que habían desaparecido en el siniestro de quel fatídico barco Corpancho, su secretario Sanchez y su ayudante Manrique. En Lima se supo la noticia muchísimo después y causó enorme impresión.
La viuda del poeta sufrió dos pesares, por la muerte del esposo idolatrado y admirado y del queridísimo hermano, Don Juan de la Cruz Sánchez, médico cirujano que acompañó a su cuñado como secretario de la Legación.

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MARTIR
Cantaron a Corpancho, Palma, Perez, Fernández, Castillo y Salaverry en aquel admirable soneto que comienza: “Fueron de llamas y salobre espuma/los pliegues de tu sabana mortuoria/pero en el mar no se abismo tu gloria/ ni tu cantar se disipó en la bruma”.
Tuvo pues el Perú su mártir en aquella colosal epopeya, en que Juárez y un grupo de patriotas nacionalistas lucharon con denuedo en cada risco, en cada vericueto de la tierra mexicana hasta dominar el poder extranjero.
Tal vez el horror de aquella lucha gigante, en que día a días se multiplicaban alucinantes y terribles acontecimientos, fue causa de que el fallecimiento del representante del Perú en México, que por no reconocer al Gobierno de la Regencia, fue a encontrar la muerte en un incendio en medio del mar, pasase un tanto inadvertido.
LO mismo ocurrió en el Perú. Enardecidos los ánimos por la expedición española, solicitados por intensas emociones, también se dejó de rendir a aquella grande y simpática figura todo el homenaje que merecía.
Como latía el corazón del Perú, cuando era tan grande que en el cabían los amors de América… (Páginas seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea.

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