domingo, 23 de agosto de 2015

LO DE MARIO, PATRICIA, GABO Y EL PUÑETE

Las cosas del corazón son de los protagonistas y nadie más debe intervenir, dice el viejísimo y acertado dicho popular. Hoy por hoy tenemos al  Nobel Mario Vargas Llosa separado de su esposa Patricia, tras 50 años de relación afectiva entre primos hermanos. Ella, dolida en el sufrimiento total, con una fortuna de bienes gananciales de por medio que no se sabe cómo se arreglará y él  con una relación amorosa  casi octogenario y enteramente publicitada con  Isabel Preysler, la ex esposa del cantante Julio Iglesias. Todo un jet set de la sociedad europea. No obstante de que la verdad exacta de lo ocurrido la saben sólo los tres, hay material escrito que podría dar explicaciones para medir o acercarse al meollo de esa disolución matrimonial.
Muchos allegados a la familia Vargas Llosa subrayan que el matrimonio, precisamente, no iba por el camino de la armonía sobre todo por el carácter endemoniado, dominante e insufrible de Patricia Llosa que nunca lo controló y, prácticamente, aburrió al escritor que, como compensación, habría buscado los brazos amorosos y armoniosos de la modelo filipina, muy conocida en España y en gran parte del mundo.
Precisamente la forma de ser tan especial de la señora Vargas Llosa es narrada por el periodista Francisco Igartua Rovira, ex Director de la Revista "Oiga", en el libro que escribió, a manera de memorias, bajo el título de “Huellas del Destierro”
El comunicador resultó  testigo presencial de otro hecho deplorable que jamás se aclaró y menos se supo la razón o razones de lo ocurrido: el famoso puñete de Vargas Llosa a su amigo y colega, Gabriel García Márquez, en una sala cinematográfica ubicada en México. Lo que se llamó la guerra entre los dos divos de la narrativa latinoamericana.

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Vargas Llosa enamorado casi a los 80 años.

TESTIGO
A continuación la versión de Igartua:
Yo fui testigo excepcional de aquel célebre match de box de un solo golpe y muchos bemoles. Ocurrió un día en que se estrenaba en México una película con  guión de Vargas Llosa. Era un film que relataba un accidente de aviación ocurrido años atrás en los Andes.
Accidente muy difundido por la prensa cuando ocurrió y extremadamente truculento: los sobrevivientes al impacto con la montaña, un grupo de muchachos uruguayos lograron mantenerse vivos hasta que llegó el rescate, gracias a que se alimentaron con la carne de los viajeros muertos.
Este acto de canibalismo lo lograban disimular haciendo pequeñas bolas con carne y nieve que luego tragaban, cerrando los ojos y procurando no recordar a los amigos desaparecidos. Los bloques gigantes del hielo andino hacían de congeladora y el “alimento” duraba sin término en buenas condiciones. 
TARDANZA
Argumento semejante explicaba por qué Patricia, la mujer de Mario, no estaba al lado de su marido entre los asistentes a la filmación. Le hubiera sido imposible soportar el filme. Su hermana (Wanda Llosa Urquidi) había muerto en una tragedia aérea.
Por culpa del endemoniado tránsito de la ciudad, llegaba yo tarde a la función y me bajé del taxi frente al cine, pero en el lado opuesto de la ancha y arbolada avenida donde éste se alzaba. Crucé los jardines corriendo y antes de llegar a la puerta, me pareció ver a un grupo de gente conocida- Elena Poniatowska y la China Guzmán entre otros- atendiendo a alguien postrado en una banca del parque.
Pero pasé sin detenerme, pensando que ya no encontraría en el cine a los que me sentía obligado a saludar. Sabía que allí no podía faltar Benjamín Wong, mi colega(y rival) del diario El Sol, y con esa perspectiva no debía estar ausente en un acto cultural al que asistirían Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y todo México intelectual.
Al entrar me di con el hall vacío y la sala de proyección ventilándose con las puertas abiertas. ¡Llegaba tarde y ya todo había concluido! Sin embargo, al voltear la cara a la derecha, en un salón de espera, con bar, vi gente.
Me acerqué y me di con el siguiente cuadro: al centro del lugar, en silencio absoluto, colocados como en fila de actores saludando frente al público, diversas figuras de las artes y las letras mexicanas miraban al vacío, entre ellos Mario, en medio, con Benjamín Wong  a su lado. No vi a nadie más que a los dos.

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Cara a cara, muy juntos, con el amor actual: Isabel Preysler

EL GOLPE
Y de primer momento creí, por el natural egocentrismo humano, que el silencio sepulcral lo había producido mi presencia. Pero me animé a avanzar y saludé con un corto abrazo a Mario que estaba hierático, y al darle la mano a Wong  éste me jaló suavemente y me dijo al oído:
-Hace dos minutos ha estado tendido en el suelo que usted está pisando Gabriel García Márquez. Mario le dio un solo golpe y lo noqueó diciéndole: “esto es por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona”
Me quedé petrificado y me añadí a la fila entre Mario y Wong. El silencio siguió cortando el aire. Hasta que Wong siempre al oído me preguntó:
-¿Sabe usted quién es esa persona de rasgos orientales sentado en un taburete del bar?
Yo sonreí para mis adentros y le informé al chinísimo Wong:
-Es Kasuya Sakay. Trabaja en la revista Plural con el escritor Octavio Paz

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Gabo y Mario en tiempos de paz y amistad.

COMPOTA
-¡Ah!
Sakay un oriental como Wong, pero japonés estaba junto a una de las Pecanins, la que saludó con un tímido gesto de la mano.
El fúnebre silencio continuaba y entendí que el grupo de afuera, en la banca, atendía a García Márquez. Luego supe que lo trataron con un trozo de carne, un grueso bistec, que adquirieron en una carnicería vecina y se lo aplicaron al ojo como compota.
Nadie se movía. Parecía un acto teatral en el que la escena se inmoviliza y queda en silencio. El primero en reaccionar fue Wong. Y otra vez a mi oído.
-Creo que lo más prudente es que usted se lleve a Mario.
-Yo  no tengo movilidad.
Los llevo yo. Mi auto espera en la puerta.
Cogí a Mario del  brazo y, en compañía de Wong, partiendo el silencio de los inmóviles ahí congregados, salimos los tres del cine y abordamos el auto que nos abrió el chofer de Wong.
-Al Hotel Génova ordené
Recién unos minutos después de partir hacia el hotel habló Mario. Estaba preocupado por lo que diría la prensa. Wong se comprometió a tratar de reducir al máximo la publicidad del escándalo.
-Porque será imposible callarlo por completo. Ha habido demasiada gente relacionada con el periodismo a la hora de su gancho de derecha, mi estimado Mario…


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Patricia y Mario en sus años mozos ya casados.

INSULTOS
Los tres reímos, pero conteniéndonos. El asunto no estaba para bromas…
-Yo creo, Mario, que estás ofuscado por la reciente posición del Gabo y has querido disimular tú enojo político con eso de “por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona”…. Pero así has agravado tu desborde boxístico… Aunque no es hora de lamentar sino de lograr que los periódicos sean discretos y eso queda en las buenas manos del señor Wong.
Al poco rato, gracias a la habilidad del chofer, estuvimos en la puerta del hotel, en la Zona Rosa. Wong se despidió y los dos bajamos  del auto y directamente fuimos al cuarto. Patricia esperaba a Mario con los cañones listos para disparar y disparó. Estaba enterada de todo.
-¡Imbécil! ¿Cretino!...¿Qué te has creído?... Me has puesto a mí de hazmerreír público…
Y voló una lámpara por el aire en dirección a la cabeza de Mario.
CLEMEN
-Me ha llamado la Gaba, medio mundo… ¡Eres un imbécil! ¡Creetino!
El fuego de Patricia iba creciendo y las lámparas volaban por los aires en búsqueda de la cabeza de Mario, quien, hierático, no abría la boca… Me deslice al teléfono y llamé a Clemen, mi esposa. Era la única que podía apagar el incendio. Yo no me atrevía a soltar una palabra.
A pesar de la distancia y del tráfico, Clemen llegó en pocos minutos y su presencia tuvo la virtud de que se aquietaran las llamas. Se acercó a Patricia, le habló y la hizo reflexionar. Hubo un largo y quieto silencio, que yo me atreví a romper.
-Lo prudente, me parece, es que salgamos a cenar- y así fue,
A pie nos dirigimos los cuatro a un restaurante cercano, creo recordar que era de comida alemana, y durante la cena no se volvió a tocar el tema como no fuera para hacer unos chistes medidos, muy mesurados, hasta insulsos. La presencia de Clemen había traído la paz.
Al día siguiente los periódicos no fueron un modelo de discreción, aunque sin exageraciones. Y el ambiente que rodeó al “suceso de la semana”, que amenazó un momento con volverse una riña de dimes y diretes de barrio bajo el lema- “mi marido no se acuesta con feas”-, por fortuna, en pocos días, se esfumó.
Y a propósito del temperamento de Patricia este blog se pregunta: ¿Quién aguanta un energúmeno femenino de este tipo?.Ni Mario, que hoy en día, esta en brazos de la apacible Isabel Preysler. La separación de los Vargas Llosa al menos se hace explicable. Aunque el puñete contra Gabo jamás tuvo explicación, en cuanto a las causas se refieren. Así es la vida llena de sorpresas y misterios.

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