miércoles, 10 de diciembre de 2014

COSTUMBRES LOCALES

La terrible costumbre de los antiguos mataperros de Lima de usar en las procesiones el irónico llamado pan de boda con el que golpeaban a devotos y devotas, es muy antigua y ha desaparecido felizmente. En su desaparición debe haber intervenido en parte la circunstancia de no usarse ya en los hogares la cera que servía para que los muchachos enfriándola y endureciéndola en agresivas bolas la pegaran a una pita con la que la lanzaban fiera y certeramente sobre la cabeza de sus descuidadas y propiciatorias víctimas. Aquel hábito debió ser muy frecuente.
En el diario “El Comercio” del 13 de Abril de 1840 (N° 277) al hablarse de la procesión del Baratillo se llama la atención del señor intendente de policía para que “repare los abusos de los panes de boda que se acostumbran”.
Para el estudio del folklore limeño en relación con el asunto hay también un dato interesante en el N° 2928 del 4 de Abril de 1849, en un comunicado que revela que el mes más propicio para emplear el pan de boda era el que trae la Semana Santa y que fija exactamente en que consistía el terrible juguete: “Llámense en Lima pan de boda ciertos golpes que se descargan sobre unos a otros los muchachos con unas pelotas de cera en los días de Semana Santa…”
Aunque muchos deben saber que los famosos aguadores de Lima tenían entre sus atribuciones matar a los perros vagabundos de la ciudad, no está de más  que sepa en el artículo 164 del Reglamento de Policía de aquellos días remotos, se contemplaba tal atribución que debía ejercerse “dos veces a lo menos por mes. Así lo comprueba yun aviso publicado en “El Comercio” del 3 de Enero de 1846 (N° 1971).


Celebraciones de carnaval en la Lima antigua.

CARNAVALES
En 1845 la Intendencia de Policía se preocupó de tomar medidas sobre los excesos a los que se entregaba el pueblo en los días de carnestolendas y publica por eso, un aviso en el N° 1680, del 14 de Enero, limitándose por ahora-así dice- “a prevenir a los hojalateros que se prohíba la fabricación de las jeringas destinadas al juego del carnaval”…
En 1845 todavía se almorzaba a las 9 de la mañana  y se comía a las 3 de la tarde. Así se ve en un aviso trilingüe (castellano, inglés y francés) del Hotel Morín, llamado también  posada de los baños tibios. Al referirse a la mesa redonda dice: “A las 9 de la mañana y 3 de la tarde, servida al estilo de Europa. Ese hotel estaba en el Portal de Escribanos. El aviso está publicado en el número 1849, del 6 de Agosto de 1845.
En los años 1845 y 1846 fueron prohibidos en Lima los juegos de carnaval y la intendencia de Lima tal maña y tal fuerza tuvo que logró, a lo que parece, pleno éxito en su propósito. Adviértase así lo que dice “El Comercio” del 5 de Febrero de 1847 (N° 2289) en la sección Intendencia de Policía, “Estando prohibido y en desuso pro dos años en la provincia de Lima el juego de carnavales, etc., etc., se recuerda que en el año actual (1847) la intendencia cuidará de mantener inalterable el orden público.
CABALLOS
Se advierte que los comerciantes y artesanos podrán abrir libremente sus tiendas y talleres en los días lunes y martes. En un artículo titulado “Revista” de “El Comercio”, del N° 22297, se alude al triunfo del Coronel Suárez por la extinción de los carnavales y el N° 2298,del 18 de Febrero de  ese año, en la sección Lima, se hace notar que los carnavales han sido festejados con paseos al campo, a Chorrillos, al Callao, con tal entusiasmo  que “no hubo carruaje ni cabalgadura que no se hubiese ocupado en conducir personas para afuera de la ciudad.
Los establecimientos de Diligencias hicieron su agosto, pues según informa el periódico pasó de un ciento cincuenta por ciento el aumento que al respecto de otros años hubo en el despacho de hoteles de asiento.
En 1846 se bañaba todavía los caballos en la vía pública utilizando el agua de las acequias. En el N° 1895 hay un decreto suprimió por el cual se advierte que al ser bañadas las cabalgaduras y otros animales de uso doméstico, no se debe arrojar el agua en dirección a las aceras o aventándola con fuerza de modo que pueda mojar a los transeúntes.
No dejaba de ser peligrosa la vida en Chorrillos. Aún no había ferrocarril y el balneario no era todavía lo que fue después. Los asaltos de bandoleros eran relativamente frecuentes en el camino, al que iban muy bien armados los que lo traficaban a caballo, en balancines y calesas.



Una calesa de la Colonia.

EPOCAS
Pero hubo épocas en que se atrevieron a incursionar sobre el pueblo mismo y así se ve que lo hicieron en Febrero de 1849 atacando la casa de un señor García, la que desvalijaron y después la de la familia Palacios, que tenía en aquella noche una tertulia.
Los caballeros que allí se encontraban se aprestaron a la defensa y con escopetas de caza contestaron los tiros a los ladrones que siempre violentaron la puerta del rancho, que dicho sea de paso, se encontraba en lo que hoy se llama la calle de Lima y antaño la del Camino.
Aunque los facinerosos entraron, tales fueron los gritos y los escopetazos que creyendo sin duda que había mucha gente contra ellos optaron por diseminarse. En la refriega salió chamuscado el joven Ernesto Valderalmey (N° 2880.
Esto da idea de que no por pura leyenda nuestros abuelos cuidaban de que las puertas, además de la defensa de las sacras imágenes con que solían adornarlas, tuvieran tremendos cerrojos y formidables trancas, y explica, también, ese temor que alcanzamos de niños los que hoy ya somos hombres maduros, cuando en los techos habías algún ruido sospechoso.
Todavía en 1850 eran frecuentes las incursiones de bandoleros que aprovechaban, muy  especialmente en ese año de vivo forcejeo electoral entre Echenique y Vivanco, de las alarmas politiqueriles para el grito, tan socorrido otrora, de cierra-puertas, hacer de las suyas.
LIMA
A este respecto hay en el N° 3175 del 4 de Febrero de ese año, un artículo con el sugestivo título: “Lima siempre es Lima”, del que entresacamos algunos sabrosos párrafos: “La conversación sobre ladrones está a la orden del día y el cierre de puertas de marras se restableció hogaño con ventaja y más propiedad.
Luego se añade: “Anoche lo hubo y cual rayo  comunicó instantáneo su propiedad eléctrica a los corazones, sirvió de antiflogístico eficaz  para los nerviosos y asoló las calles, porque vivientes de calzones y de faldas corrieron veloces a desempeñar igual papel en el recinto de sus casas, cuyas puertas de calle, cerradas herméticamente con llaves, pestillos, cerrojos, aldabones, trancas y cuanto trasto se les pueda arrimar al intento, anunciaban el valor napoleónico de los escondidos.
Y cuenta que éstos no sólo han nacido bajo el suave clima de este suelo: extranjeros hay de perlas que habían visto al nacer el sol de Francia, Inglaterra, Suecia y otros países de más rígido temperamento, se desempeñan en este drama a las mil maravillas y con igual perfección. Ello es que limeños y alimeñados aparecen vaciados en un mismo molde. Y se termina aconsejando al vecindario que “mantenga las puertas abiertas” y se presente con “el cuerpo enhiesto” y “el espíritu resuelto”, para hacer desaparecer la zozobra..
En 1852 se introdujeron en las costumbres de Lima los bailes de máscaras. Así lo revelan unos avisos que aparecieron en el N° 3758  correspondiente al 23 de Enero de ese año, publicados en castellano, francés e inglés.


El Chorrillos de hace muchísimos años: balneario de historia.

CHORRILLOS
Los bailes se realizaron en el Teatro de Variedades de la calle de Espaderos, junto al Hotel Americano, antigua fonda de Coppola. En el N° 3764, del 30 de Enero, hay un irónico y moralizador comunicado en el que se da las gracias al intendente de policía pro haber dado permiso para el inocente entretenimiento. Se dice que unas doscientas personas bailaran hasta la zambacueca. Que hubo cenas, brindis y abundancia de trompadas en los bandos de diferentes naciones allí reunidos.
La importancia de Chorrillos en los tiempos pasados puede deducirse fácilmente de un suelto de crónica del 15 de Marzo de 1865 (N° 8089). El balneario era entonces centro de atracción realmente extraordinario para la época.
Basta para apreciarlo que reproduzcamos el comienzo del articulito: “en los hoteles de Chorrillos hay salones públicos destinados al juego de envite”… El suelto termina haciendo un serio llamamiento al intendente Baquero, para que ponga remedio al mal, pues asevera que en esos centros de perdición se ven viejos, niños, clérigos y frailes”…
Como dato curioso de la misma época que revela que todavía nuestro teatro participaba en algo del antiguo corral de las comedias con sus pintorescos hábitos, extractamos un sabroso suelto de crónica del N° 8741 correspondiente al 16 de Septiembre de 1865.
EL ANARANJADO
Dice así: Dos caballeros y muy galantes obsequiaban a tres señoritas en un palco de primera fila con dulces, helados y copas de fresas en vino. Pero de pronto, se abrió la puerta del palco y apareció un negro armado de una enorme servilleta y cargado con una fuente que contenía cinco suculentos beefstakes.
Los caballeros sufrieron un terrible empabe y botaron al sirviente con cajas destempladas. El negro llevó los beefstakes y por fin unos anaranjados lo aprovecharon comiéndolos con gran calma a vista hy paciencia de todos los de platea.
Por si interesa a algún aficionado al folklore diremos que se llamaban anaranjados a los tipos fachendosos y de mancha ancha que solían divertirse a todo evento y de cualquier manera. El anaranjado era una mezcla de faite y de futre de esos tiempos.(Páginas seleccionadas de las "Obras Completas" que pertenecen como autor al consagrado escritor y político, José Gálvez Barrenechea.)                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   

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