martes, 26 de noviembre de 2013

MONGE: SALUD EN LAS ALTURAS

Hoy en día, la ciencia médica reconoce y estudia los variados efectos que la altitud genera en el ser humano, sea que este lo habite en forma permanente, sea que la visite en forma ocasional.  Se convocan congresos, se dictan conferencias, hay especialidades universitarias abocadas al tema y se discuten las variantes de lo que, acertadamente, se ha dado en llamar “medicina de altura”. Y con particular interés, se investiga la peculiar conformación del hombre andino, su realidad  fisiológica y sus patologías, desarrolladas todas ellas para la vida de las cumbres.
Todo esto es muy moderno. En 1925, sin embargo, pocos se mostraban  dispuestos a prestarle atención al fascinante problema. Y fue en 1925 cuando un médico peruano, adelantado y visionario, inició sus investigaciones al respecto, dando pie a posteriores desarrollos  y generando  conmoción sin medida entre los entendidos.
Carlos Monge Medrano había nacido en Lima en 1884. Hizo la secundaria en el Colegio Guadalupe y luego llevó adelante estudios de Ciencias en San Marcos. Ingresó a la Facultad de Medicina en San Fernando en 1904. En aquella época, su principal interés parecía ser el estudio de la verruga, en la línea de Carrión. Monge completó numerosos aportes del conocimiento de aquella enfermedad y de ellos derivó pronto al análisis de otras enfermedades típicamente peruanas como la uta, el bocio  y demás.
Para sostener estas investigaciones, el joven científico realizaba continuos viajes a la región serrana y en ellos realizaba agudas observaciones de campo. Al cabo, su atención es atraída por el “Mal de alturas” o enfermedad de los Andes, afección muy poco estudiada hasta el momento, a la que decide dedicar sus esfuerzos de paciente investigador.


Carlos Monge Medrano

INICIO
Monge, acompañado por un selecto grupo de colegas y discípulos, inicia en 1925 sus trabajos sobre el terreno. Trepados él y su equipo en la alta cordillera, convirtieron un vagón de ferrocarril abandonado en precario laboratorio científico y se dedicaron a la recolección de casos entre Morococha y La Oroya.  El “Mal de Altura”, corrientemente conocido como soroche, es uno de los obstáculos fundamentales para  el desarrollo de la vida humana en la altitud extrema. Su estudio, así  iniciado por Monge Medrano en las condiciones más difíciles, constituye la base para el conocimiento de todo un universo de realidades científicas, y un aporte monumental a la medicina.
Hombres,  animales y plantas luchan cotidianamente por la vida, como ha hecho durante siglos, en un espacio de profunda aridez y lóbrega soledad: las alturas andinas. Cumbres y llanos dan forma, allí a veces a seis mil metros sobre el nivel del mar, a una de las geografías más duras del planeta y han albergado al ser humano, brindándole sustento, durante largos milenios. Es aquella  una atmósfera enrarecida de escaso volumen de oxígeno. En ella, sin embargo, el hombre andino ha conseguido subsistir desde siempre con sorprendente vitalidad, desarrollando inclusive formaciones culturales que sorprenden al  mundo.
INCOMPRENSION
Las investigaciones de Monge Medrano, fascinadas por este fenómeno, son fundamentales. Pero no se realizaron en un contexto fácil, pues a las duras condiciones de trabajo en altura se sumó la incomprensión de la ciencia peruana, poco dispuesta a acatar espíritus innovadores. Recién en 1935 Monge consiguió que San Marcos auspiciara el el Instituto de Biología Andina que él había  fundado cuatro años antes. Desde este Instituto y en colaboración con el eminente médico Alberto Hurtado, Monge comunicó sus descubrimientos y su pasión a varias generaciones de médicos peruanos, luego continuadores de su fecunda labor.
A estas generaciones debe la ciencia mundial no menos de 600 trabajos especializados que han marcado hitos de enorme relevancia en el conocimiento del “Mal de Altura” o “Enfermedad de Monge”, como también se le conoce en algunos medios. Es que Monge, paralelamente a su labor científica, fue siempre un apasionado maestro de juventudes, orientador de vocaciones y catedrático de ilustre nombradía.
Y no dudó en apoyar sus afirmaciones de hipótesis médicas con abundante material histórico, recogido en los archivos de historiadores como Raúl Porras Barrenechea o en los textos dejados  por los primeros observadores del hombre andino y su comportamiento social, los cronistas.  Así Monge ha llegado a descubrir que el imperio incaico conocía perfectamente el soroche, desarrollando en torno a él poderosa política de salud.

Explicando sus investigaciones

INDIGENISTA
Y también ha contribuido, como pocos, al conocimiento y comprensión de la realidad andina, a través de sus habitantes. Monge ha estudiado al hombre andino como un ser dotado de singulares adaptaciones biológicas y ha echado luces, al mismo tiempo, sobre las profundidades de  su alma y su carácter. Guiado por esta visión se hizo tempranamente indigenista dando, también desde la ciencia, la ardua batalla contra los estudiosos de estirpe colonial.
Tan múltiple actividad no ha opacado, empero, la principal contribución de Carlos Monge a la medicina mundial: el descubrimiento, análisis y estudios de las peculiaridades de una enfermedad muy peruana que en el mundo lleva hoy su nombre. Por iniciativa de la Universidad Cayetano Heredia y bajo la compilación de Dora Lerner de Bigio, se han publicado sus obras completas, en cinco gruesos volúmenes. Estas obras, que constituyen textos de consulta obligada en las universidades del mundo entero, están así al alcance de los propios peruanos, interesados en conocer un tema tan fascinante desde la variada perspectiva que Monge supo imprimir a cada escrito suyo.
Sin duda, Monge puede ser recordado en sus propias palabras, pero puede serlo también en la más bella de sus ambiciones, la de ver reivindicado y admirado al hombre andino, triunfador del medio ambiente y verdadero héroe de la supervivencia humana. (Jorge Donayre Belaúnde)

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