sábado, 31 de agosto de 2013

EL GOLPE DE ESTADO EN RUMANIA

La conquista de Occidente por los alemanes representó una dilación para el oportunista gobierno rumano. Después de la capitulación de Francia y cuando la derrota de Inglaterra parecía inminente, Rumania apeló a Hitler para obtener la garantía de las zonas de su territorio ambicionadas por los  países vecinos. A continuación, un fondo de venganza internacional con registros de las fases del golpe de estado fascista que depuso al Rey Carol II.
A fines de los años treinta, Rumania estaba regida por un rey de la casa Hohenzollern: Carol II cuyo único mérito era el de no poder fiarse de él más que de sus súbditos. El país estaba agobiado por los impuestos. Cada panecillo debía llevar la marca de un sello, cuya importe se destinaba a la aviación, de acuerdo con la aclaración oficial.
 Pero todo el mundo sabía que la aviación no existía de hecho y que el dinero iba a engrosar la enorme fortuna que Carol I, conocedor por propia excelencia de lo que era el exilio, estaba amontonando  sagazmente en los bancos extranjeros. El abuelo del Rey, el germanófilo Carol I había muerto en 1914, lo que permitió a Rumania entrar en la Primera Guerra Mundial al lado de los vencedores. Como recompensa recibió unos 150 mil kilómetros cuadrados de territorio que comprendían todas las regiones fronterizas que hacía siglos el país disputaba a sus vecinos: Hungría, Bulgaria y Rusia.
Las tres naciones derrotadas no habían dejado nunca de reivindicar los territorios perdidos que Rumania conservaba porque podía contar con sus poderosos aliados de la pasada guerra. Este apoyo fue confirmado el 13 de Abril de 1938, cuando los occidentales, evidentemente, sin consultar el mapa, garantizaron a Rumania su asistencia en caso de una agresión por parte de  la Alemania hitleriana. Tres meses de que esto sucediera, el Rey Carol se había proclamado dictador.




IMPULSO
Los dictadores estaban entonces de moda, pero el gesto de Carol se debía más a un impulso necesario que a un deseo de imitación. En efecto, se aseguró esta posición antes de que lo hiciese su rival, Codreanu.
Los recelos de Carol respecto a Codreanu se manifestaron abiertamente cuando Hitler dijo: “Para mi existe un solo dictador en Rumania y es Codreanu”. Al ganar los representantes de la Guardia de Hierro 66 puestos en las elecciones de 1937, el Rey, viendo que su posición empeoraba, disolvió todos los partidos políticos.
Poco tiempo después, la Guardia de Hierro que había combatido en España a favor de los nacionales, regresó triunfalmente a Bucarest, lo que constituyó un acontecimiento. La excitación fue tal que Carol se vio obligado a suprimir el movimiento. Codreanu fue arrestado. Acusado de alta traición, se le declaró culpable fundándose en pruebas inconsistentes y se le encarceló con trece de sus partidarios. 
ESTRANGULADOS
Una noche de noviembre, los prisioneros, atados y amordazados, fueron conducidos al bosque de Ploesti y estrangulados. La noticia oficial de que habían sido muertos por disparos de arma de fuego cuando intentaban huir, proporcionó al mundo una preocupación, que explicaría  en el futuro muchas muertes por el mismo estilo.
Una novelista, Olivia  Manning se casó con R.D. Smith que era un empresario teatral en la BBC. Había sido enviado a Bucarest por el British Council el año 1938 y regresó a Inglaterra en el tormentoso verano de 1939. La Guardia de Hierro había sido oficialmente eliminada. Sus jefes fueron asesinados y gran parte de sus miembros estaban encarcelados o habían huido  al extranjero.
El Rey Carol II con Madame Lupescu, y su perro guardián, el aborrecido Urdareanu, gobernaba Rumania  sin rivales de ningún género. Pero aquel mismo día llegó la noticia de que Inglaterra y Francia estaban en guerra con Alemania. Entonces el problema para el  Rey Carol era tratar de ver cómo podría conservar los territorios obtenidos después de la Primera Guerra Mundial sin necesidad de entrar en la segunda. Dieciocho días después, el primer  ministro rumano, Calinescu, fue asesinado por antiguos miembros de la Guardia de Hierro.
Bucarest era una ciudad donde todo se tenía en secreto pero en la que tarde o temprano, todo se sabía: la gente amiga del chismorreo y de pasar el tiempo charlando en los cafés, se abandonó a toda suerte de noticias y contranoticias, acusaciones y contraacusaciones. Los periodistas de habla inglesa que frecuentaban el bar inglés del Athene Palace, fueron los primeros en saber que el asesinato era consecuencia de juna conjura encaminada a entregar a Alemania el control del país.
LOS SOVIETICOS
Sólo en las primeras horas de la noche, la gente se dio cuenta de que el plan alemán había fallado: Las tropas soviéticas, entrando a Rumania por el Este, se situaron a lo largo de la frontera, impidiendo así a los alemanes penetrar en el país: los rumanos no sentían mucha simpatía por los rusos, pero hubo quien afirmó que la iniciativa soviética había salvado a Rumania.
En los meses siguientes, el Rey  hizo todo lo posible para asegurarse el apoyo de las potencias beligerantes. Oficialmente apoyaba a los ingleses y los ingleses  le apoyaban a él. Pero, no obstante, el acuerdo comercial rumano-germano seguía  proporcionando a los alemanes cereales, madera y más de un millón de toneladas de petróleo  bruto al año.
Los ingenieros ingleses que se encontraban en  en Ploestiu hacían todo lo posible para sabotear  los abastecimientos alemanes. Y las protestas que elevaban ambas partes eran acogidas  con excusas y promesas de que se trataría  de evitar incidentes en el futuro.


Bucarest en plena guerra

INTRIGANTE
Intrigante por naturaleza e inclinado a enfrentar a las partes entre sí, el Rey Carol era experto en esta especie de juego internacional. Por ello la mayor parte de la población confiaba en que conseguiría mantener al país al margen de la guerra. Los partidarios de la Guardia de Hierro no dejaban de subrayar que si se aliaban con Hitler, Rumania sería rica. No obstante, Francia e  Inglaterra seguían siendo los aliados tradicionales.
Se cuenta incluso que cuando los campesinos fueron llamados a filas para combatir al lado de los alemanes, sus oficiales consideraron oportuno decirles que iban a combatir a favor de los ingleses, sus legendarios amigos.
La clase alta prefería a los franceses, a los que imitaba en casi todo. Bucarest con su  Chaussée y su falso Arco de Triunfo, era conocida entonces como el “Paris del Este” y el francés era la lengua hablada por todo aquel que pretendía ser elegante.
El tenor de vida de la anteguerra se mantuvo hasta la primavera de 1940, en que los rumanos comenzaron a notar los primeros síntomas de un cambio en su mundo. Para economizar gasolina se prohibió  a los taxis dar vueltas en busca de clientes.  Al mismo tiempo algunos productos, sobre todo los tejidos franceses, alcanzaban precios exorbitantes. Aún no se había habituado del todo a estas dificultades cuando la guerra, detenida tras la campaña de Polonia, se reanudó de pronto.  Los alemanes ocuparon Dinamarca y Noruega y un mes más tarde prosiguieron sus ataques invadiendo Holanda, Bélgica y Luxemburgo.
GOLPE MORTAL
En Bucarest, la oficina de propaganda alemana se convirtió en un centro del mayor interés y los rumanos, siguiendo las flechas rojas que indicaban el  avance de Alemania hacia Francia, agradecían a Hitler su decisión de avanzar hacia el Oeste, cuando hubiera podido dirigirse más fácilmente hacia el Este. Se esperaba que se viera comprometido por las tropas aliadas y que la guerra se resolviese en una zona tradicional, entre el Mosa y el Marne.
Pero la caída de París fue un golpe mortal. Bucarest se vistió de luto. La noticia de  que el Cuerpo Expedicionario británico estaba siendo evacuado era un motivo de admiración y consuelo pero a los rumanos les pareció una deserción. ¿Quién se preocuparía de hacer efectivas las garantías de 1939? Los rumanos esperaban la rendición de Inglaterra con un triste sentido de fatalidad, ya que cuando este campeón de la libertad hubiese sido derrotado sabrían exactamente cómo comportarse en la guerra: se unirían al otro bando.
El Rey no vio ningún motivo para esperar. Con todo el Ejército alemán alineado entre Rumania y el último protector que le quedaba a Bucarest, la  única alternativa era el acercamiento al Eje. En aquel momento solo Alemania podía salvar al país. Carol, sin más demora, expresó su admiración por la ideología nazi y los rumanos, pueblo voluble, quedaron divididos entre el temor y la esperanza.

Tropas rumanas


ANODADOS
No obstante, Rusia tomó la iniciativa. El 26 de Junio, el Primer Ministro soviético presentó una nota en la que pedía la restitución de Besarabia y de Bucovina septentrional. Los rumanos quedaron anodados. También estaban profundamente indignados, ya que Besarabia era una región rica en cereales y Bucovina en magníficos bosques. Solo quedaba de que el cambio de actitud del Rey se hubiese realizado a tiempo y que Hitler protegiera  ahora sus intereses. Se dirigió entonces una apelación al Reich y, aquella noche, la gente esperó durante mucho tiempo fuera del  Palacio hasta que la respuesta se hiciese pública: el Fuhrer pedía al soberano que cediese Besarabia sin combatir.
Este fue el principio de la disgregación de la gran Rumania y también el principio del fin de Carol, que no había sido lo suficientemente hábil.  Mientras tanto los rumanos de daban cuenta de que si querían la amistad con Alemania tenían que merecerla. Con este fin renunciaron a las garantías anglo francesas. El gabinete constituido en su mayoría por liberales anglófilos dimitió y Carol, esperando salvar todavía el trono, olvidó haber eliminado la Guardia de Hierro.
El nuevo Ministro de Asuntos Exteriores fue Manoilescu, un antiguo miembro de la Guardia y del nuevo gabinete declaró su adhesión al Eje. La Guardia de Hierro, reconstituida de nuevo, desfiló por las calles de Bucarest vistiendo  su camisa verde y cantando Capitanul, su himno.

King Carol II of Romania.jpg
El Rey Carol I

LOS INGLESES
Por aquellos días los ingleses apenas eran tolerados en Bucarest. Muchos ingenieros residentes en Ploesti habían sido obligados a regresar a su patria y los pocos que quedaban por ser indispensables eran mirados con sospecha.
Entonces comenzó a correr el rumor de que la delegación búlgara que había visitado al Fuhrer insistía en reivindicar Transilvania. Rumania que al parecer había sido finalmente aceptada, confió en Hitler. Pero la confianza se esfumó cuando éste, en su difícil cargo de “padre de todos”, ordenó a los representantes de Bucarest que se entrevistaran con los húngaros y llegaran a un acuerdo sobre Transilvania. Fuere cual fuere el resultado del encuentro,  lo cierto era que los rumanos no tenían nada que ganar y los húngaros nada que perder.
En efecto, la entrevista con los húngaros no condujo a nada y Rumania empezó a creer que si las negociaciones se prolongaban por mucho tiempo todo concluiría sin haber llegado a nada concreto. Pero los rumores de esta consoladora perspectiva no habían tenido tiempo de difundirse por los cafés, cuando también los búlgaros presentaron sus pretensiones sobre Dobrudja meridional donde en el Palacio de Balcic  estaba sepultado el corazón de la Reina María. El Rey, previendo esta petición búlgara, había vendido a Balcic a la nación. Pero nadie dispuso de tiempo para preocuparse de Balcic o de Dbrudja y Palacio y territorio fueron cedidos sin discusión. 
TRANSILVANIA
La cuestión de Transilvania era mucho más importante y la esperanza de que sería abandonada por insoluble aumento cuando Rumania se adhirió definitivamente al Eje. No obstante llegó un momento en que Hitler perdió la paciencia y ordenó a ambas partes que se entrevistaran en Viena donde Ciano y Ribbentrop, al frente de la conferencia, dictaron las condiciones; los rumanos tuvieron que ceder la parte más rica de Transilvania, un área de 180 mil kilómetros cuadrados, incluida la capital Cluj.
Los delegado rumanos regresaron aterrorizados y la población de Bucarest lloró al recibir tales noticias. Al primer momento de dolor siguió un amargo resentimiento contra Alemania. Entonces ¿así trataba el Fuhrer a sus “hijos”? Hubo desordenes ante el Palacio Real y la Guardia de Hierro, temiendo por su prestigio, hizo todo lo posible para que el descontento general cayese sobre el Rey. Decían que Carol II había sido siempre pre odiado por Hitler y si continuaba en el trono no quedarían esperanzas para Rumania: declararon de que tenían pruebas de que mientras el monarca hacía profesión de fidelidad al Eje, trataba de aliarse secretamente con Rusia y que este doble juego había tenido como consecuencia la perdida de todos los territorios de la Gran Rumania.
Mientras las declaraciones antimonárquicas adoptaban casi el carácter de una revolución, los periodistas llegaban en masa a Bucarest en espera de los acontecimientos. Uno de estos periodistas, no queriendo abandonar la ciudad en un momento tan interesante le pidió a Olivia Manning que fuera a Cluj para “captar la atmósfera” originada por el cambio de poderes.

Maniu Jefe del Partido Campesino


DESOLACION
Partió en el “Orient Express” que en otros tiempos fue el  gran tren internacional y que ahora había quedado reducido a un conjunto de vagones destrozados y sucios. Llegó a Truj con diez horas de retraso.
La ciudad estaba prácticamente muerta. Los funcionarios rumanos recogían sus efectos y los servicios públicos no funcionaban. Cuando llegó a la oficina de correos para enviar un telegrama, encontró a los técnicos desmontando sus aparatos.
Su único refugio fue una librería de judíos búlgaros, gentes corteses y generosas alborozadas por el cambio de poderes. Estaban de acuerdo de que los húngaros eran tan antisemitas como los rumanos, pero no había bastantes húngaros para ocupar Transilvania, había que echar mano de los judíos nacidos en territorio magiar para incrementar la población.
No había gasolina y los automóviles eran arrastrados por caballos. Tiendas, restaurantes y cafés estaban cerrados por miedo a los desordenes. Pero no ocurrió nada. Los campesinos, que eran los que más tenían que perder estaban parados, en grupos, en las esquinas de las calles más deprimidos que indignados. 
MANIU
 Con la reforma agraria habían recibido un trozo de tierra y ahora temían perderla. Tal vez hubieran demostrado de algún modo su descontento de haber tenido alguien que los  guiase y algunos de ellos pasaron el día en la estación, convencidos de que Maniu, Jefe del Partido Campesino, llegaría de un momento  a otro para reunirles bajo su bandera. Maniu también transilvano, estaba considerado como el único político honesto en Rumania.
La autora supo por casualidad que había llegado en automóvil y que se encontraba en su casa, en las afueras de Cluj. Sin tener desde luego una idea  de lo que habría hecho una vez allí. Tomó inmediatamente un taxi tirado por caballos y se dirigió a su encuentro. Bajo, membrudo, de mediana edad y con los ojos oscuros, parecía un actor. Sonrío mostrándose depuesto a hablar y ayudar en todo lo posible. La novelista quería saber que pretendía hacer. “Esperar”, respondió en tono solemne. Había poco más que añadir.
Regresó a Bucarest y advirtió que la revolución, sí así podía llamarse, se encontraba en fase de desarrollo. Se habían producido disparos contra el Palacio y el Ejército había sido movilizado. La plaza quedó vacía y los soldados estaban a la espera de una correría de la Guardia de Hierro. Pero no sucedió nada.


Los estragos de la conflagración.

El REY SE VA
Al despertarse por la mañana, supo que el Rey había abandonado el país. De  su apartamento situado frente a Palacio, observó a la muchedumbre ir y venir a través de los portones abiertos, bromeando y riendo con los policías y los guardias. Todos los rumanos estaban seguros que ahora de que Carol se había ido el Fuhrer favorecería a Rumania y comenzaría una nueva era de paz y prosperidad.
En realidad el Rey Carol no abandonó Bucarest hasta unas 24 horas después. Oculto, tras las persianas cerradas del Palacio, junto con la Lupescu y Urdareanu,  asistiría probablemente a las manifestaciones de contento por su marcha.  Al día siguiente los tres abandonaron la ciudad en un tren especial, llevándose consigo un inmenso equipaje en el que se encontraban los “Grecos” que el Rey Carol I había comprado cuando los cuadros del cretense no estaban de moda.
Su hijo Miguel, que ya había sido Rey durante el anterior exilio de su padre, volvió al trono e inmediatamente invitó a su madre a regresar a Bucarest.  Siguió un breve periodo durante el cual el pueblo soñó con paz y prosperidad y con una familia real libre y estimada como la británica. Pero en seguida, el Primer Ministro Antonescu, teniendo necesidad de apoyo, llamó al poder a la Guardia de Hierro e inmediatamente quedó claro que Rumania simplemente había cambiado de dictador. 
EXAGERACION
Horia Sima, el jefe superviviente, sostenía que mandaba por orden divina. Dejando aparte esta absurda exageración, lo más cierto es que se veía obligado a oponerse continuamente a las interferencias del anciano y astuto padre de Codreanu. Por aquel entonces, la tarea principal de la Guardia de Hierro parecía ser únicamente honrar a sus mártires: darles sepultura, poner sus restos en enormes ataúdes y llevarlos por las calles en ostentosas procesiones antes de enterrarlos solemnemente.
Los funerales y los constantes días de luto oficial, en los que tenían que participar todos los funcionarios del Estado llegaron a influir de un modo tan negativo en la economía nacional, que hasta el ministro plenipotenciario alemán tuvo que intervenir para poner fin a tan vana pomposidad.

La vida de los ingleses en Bucarest estaba llegando rápidamente a su fin. Los pocos que habían quedado en Ploesti  comenzaron a  sufrir persecuciones. Algunos desaparecieron y fueron encontrados poco tiempo después en condiciones penosas a causa de los duros interrogatorios y de los malos tratos sufridos. Los oficiales de la misión militar alemana llenaban el Athene Palace, los cafés y los restaurantes. Todos aconsejaban a la gente que se fueran del territorio. Pero muchos se quedaron. La novelista Mannin abandonó Rumania con su esposo mientras entraban por el norte las tropas alemanes de ocupación. (Editado, resumido  y condensado de la Revista “Así fue la Segunda Guerra Mundial”)

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