miércoles, 9 de enero de 2013

MARIA CALLAS: ARTISTA EXCEPCIONAL

El nombre de Maria Callas es universalmente conocido porque dedicó su vida al canto, la opera  y la música. Como estrella se convirtió en una personalidad única y una leyenda con su  timbre de voz tan peculiar, profundo y valioso que la convirtió en una artista  excepcional. Incluso, con proporcionalidad y justicia, llegó a ser aclamada como “La Divina”.
Una estrella con una existencia personal compulsiva única y de leyenda. Nacida en Nueva York, pero de origen griego. Con un carácter temperamental que marcó época y escándalo con sus amoríos y relaciones con uno de los hombres más ricos del mundo, Aristoteles Onassis y sus rivalidades con otras sopranos de la misma coloratura de ella como  Renata Tebaldi.
Maria Callas: una voz incomparable.

Su infancia fue triste y desgarrante sobre todo por la rivalidad permanente que tuvo con su madre que era una mujer de carácter muy dificil y controversial, con la cual siempre se llevó muy mal. No le aceptaba que sea tan autoritaria.
Hija de un inmigrante griego, Callas regresó con su familia a Atenas cuando contaba 13 años. Poco después ingresó en el conservatorio de la capital helena donde tuvo  como profesora de canto a Elvira de Hidalgo.
Su formación musical fue lenta y nada había en ella para presagiar a la futura diva. Miembro de la Compañía de Opera de Atenas desde 1940 hasta 1945. Lo que le permitió familiarizarse con los grandes papeles de su cuerda y de ganar experiencia escénica.
El estreno de la ópera de Manolis Kalomiris “El Contramaestre”, uno de los pocos títulos del repertorio contemporáneo que abordó en su carrera y los papeles titulares de Sour Angélica y Tosca de Puccini y de Leonora del Fidelio beethoveniano, fueron algunos de los títulos que interpretó en esta primera época.
Tras rechazar un contrato en el Metropolitan Opera House de Nueva York, marchó a Italia donde debutó en la Arena de Verona en 1947 con la Gioconda de Pionchelli. El éxito que obtuvo en esas representaciones atrajo sobre ella la atención de otros teatros italianos.

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Con su esposo Giovanni Battista.

Su carrera estaba desde entonces lanzada protegida por el eminente director de orquesta Tullio Serafín. Cantó Turandot  de Puccini, Aída y la Fuerza del Destino de Verdi e incluso Tristán e Isolda de Wagner, en versión italiana.
Su personificación de la protagonista de la Norma de Bellini en Florencia, en 1948, acabo de consagrarla como la gran soprano de su generación y una de las principales del siglo XX. La década de 1950 fue la de sus extraordinarios triunfos.
En absoluto dominio de su plenitud y sus medios vocales, protagonizó veladas inolvidables. Muchas de ellas conservadas en discos de inigualable valor. Además inició la recuperación de algunas obras olvidadas como Cherubini con Medea que fue una de sus creaciones más impresionantes y cargadas de dramatismo. 
Lo mismo ocurrió  con Ifigenia en Tauride de Gluck, Armida de Rossini y Poliuto de Donizetti. En esos años el Director de Cine Lucchino Visconti filmó para ella algunos de sus montajes más importantes, como La Traviata que pudo verse en 1955 en la Scala de Milan o la Ana Bolena que en el mismo escenario se representó dos años después.
Su vida personal distó mucho de ser afortunada. En efecto se casó en 1949 y fracasó por completo con el empresario G. B.Battista, matrimonio que se rompió diez años después. Su posterior relación con Onassis tampoco le aportó la felicidad. Ni menos la estabilidad necesaria para seguir con su carrera.
Esto ultimo perdió fuerza en la década de 1960 y  por aquella época anunció que se retiraba de los escenarios, a consecuencia de su frágil salud. No obstante no abandonó el camto y en 1974 realizó una gira de comnciertos por Europa, Estados Unidos y el Extremo Oriente. En esos años se dedicó también a la enseñanza musical.
Su muerte repentina a causa de un infarto cardíaco dejo realmente un hueco en el mundo de la lírica mundial que ninguna otra soprano ha sido capaz de ocupar. Realmente una diva incomparable.

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