lunes, 12 de noviembre de 2012

LOS TRECIENTOS MIL DE WAVELL

En el curso de una breve y memorable campaña, desarrollada durante las últimas semanas de 1940 y los primeros días de 1941, los ingleses derrotaron a los italianos en Egipto y en Cirenaica. Fue la primera ofensiva británica y la primera victoria terrestre. Las consecuencias psicológicas y prácticas fueron enormes. Este episodio se hizo legendario incluso antes de que la acción hubiese terminado. Después, sin embargo, otros acontecimientos que de momento parecían más importantes, en sentido positivo o negativo, hicieron que tan brillante operación fuese completamente olvidada.
Vista a la luz de la historia y expuesta en su desnuda y cruda realidad, la legendaria y casi olvidada campaña de Wavell en el desierto adquiere un inusitado y auténtico esplendor. En ella encontramos reflejadas las virtudes de Gran Bretaña, del viejo imperio y de la Commonwealth, tal y como aparecieron a los ojos de los hombres, en su mayoría voluntarios, que con su pericia, su coraje y su tenacidad consiguieron la victoria en un momento en el que era muy necesaria.
Es indispensable pensar en la guerra  en el desierto no con los conceptos actuales, sino con los de hace muchos años, cuando la palabra imperio no era sospechosa para la sociedad. Se trataba, en efecto, de una campaña imperial sostenida entre imperios y reñida por tropas imperiales.
Pero el Imperio Británico era un organismo antiguo, fuerte, de eficacia sobradamente probada tanto en la paz como en la guerra. En cambio, el Imperio Italiano era de constitución reciente, en apariencia lleno de confianza en si mismo, pero en realidad minado por sus inseguridades. Mussolini que al subir al poder había iniciado un largo periodo de excelentes relaciones con Gran Bretaña, se funje convenciendo a medida que aumentaba su sed de conquistas, de que el inglés era un pueblo débil y en decadencia. Italia había llegado tarde a la competición general europea por la posesión de terrenos en Africa. Pero dominaba al oeste de la frontera egipcia, una vasta región, constituída por Cirenaica y Tripolitania: Libia. Además entre 1935 y 1936, había conquistado un país antiguo e independiente enclavado en Africa oriental, Etiopía, sin encontrar prácticamente resistencia por parte de Inglaterra  y Francia. Este éxito estimuló la sed de conquistas de Mussolini y, al mismo tiempo, le obligó a ligarse cada vez más a Alemania: en definitiva, representó un paso adelante hacia la Segunda Guerra Mundial. El Eje nunca fue una alianza sólida. Pero en el Mediterraneo y en el Próximo Oriente tenía todas las condiciones a su favor. Fue precisamente en esta zona donde, por primera vez, se enfrentó duramente con Gran Bretaña. Por ello, las victorias británicas en aquel teatro de operaciones constituyeron el preludio de la destrucción final del Eje como conjunto con la consiguiente destrucción de todos los demás componentes.
Mussolini se equivocó con Gran Bretaña

No obstante el mantenimiento de esta región de vital importancia estratégica constituía un objetivo primordial. Hacer uso de la misma como trampolín para después desencadenar una o varias ofensivas contra el Imperio Italiano constituía una atrevida acción que llevada a la práctica y aprovechada al máximo, podría acortar la guerra en un par de años. 
La importancia del Próximo Oriente la valoró ya el Gobierno de Chamberlain en el verano de 1939. El 2 de Agosto, el General sir Archibald Wavell se hizo cargo de la jefatura suprema de todas las fuerzas británicas de tierra repartidas en Egipto, Sudán, Palestina, Transjordania y Chipre. Al estallar la guerra, a principios del mes siguiente, su responsabilidad de mando se extendió hasta la Somalía inglesa, Adén, Irak y las orillas del Golfo Pérsico. Wavell, que tenía entonces 56 años, gozaba de gran estima en el Ejército. Era enérgico y sencillo, tan rápido de pensamiento como lacónico  en el hablar. Siempre tenía energías como reserva, pero adolecía de escasa capacidad para la recuperación.
General sir Archibald Wavell

A lo largo de nueve meses, mientras Italia aplazaba su entrada en la guerra, en tanto que Polonia era derrotada y sojuzgada durante el período crepuscular de “la guerra extraña” e incluso después de que los alemanes atacaran Dinamarca y Noruega, Wavell se limitó a observar. Pero cuando asumió el mando, ya había meditado, trazado sus planes y trabajado intensamente en un sentido tan opuesto como le fue posible a las consignas rígidas defensivas que le impuso el gobierno de Chamberlain, pues estaba convencido de que el Próximo Oriente llegaría a convertirse en uno de los más importantes teatros de operaciones de la guerra.
Pese a que vio rechazadas muchas de sus iniciativas y obstaculizados sus mejores propósitos, el incansable esfuerzo de Wavell consiguió buenos resultados en cuatro diferentes campos de su competencia, cuya importancia quedaría demostrada en la campaña de 1940-1941. En primer lugar recorrió de un extremo a otro el territorio que se le había asignado, trabando conocimiento personal con los comandantes a sus órdenes. Además siempre que le era posible, reconocía el terreno. En segundo lugar, con la ayuda de un enérgico  y hábil experto en cuestiones logísticas, el General sir Balfour Hutchinson, transformó Egipto en una base capaz de responder a las exigencias logísticas de su ejército de 300 mil hombres. En tercer lugar, insistió para que sus unidades reducidas y mal equipadas, fuesen estrenadas y se reforzará su moral. Por último, una de sus primeras directivas, redactada a las pocas semanas de su llegada a El Cairo indicaba al General Maitland Wilson, Comandante en Jefe de las tropas británicas en Egipto, que preparase los planes para una invasión a Libia, poniendo un cuidado especial en resolver los problemas de suministro planteados por las columnas motorizadas en su marcha hacia el Oeste.
El 10 de Marzo de 1940 Alemania desencadenaba su gran Britzkrieg contra los Países Bajos y Francia. Y exactamente un mes después, Italia declaraba la guerra a Francia y a Inglaterra. Francia ya en plena derrota estaba en negociaciones para firmar el armisticio. Por ello, las numerosas fuerzas dispersas en las colonias-Norte de Africa, Siria y Libano- aunque de gran valor estratégico, permanecerían muchos meses al margen de cualquier tipo de actividad bélica. Así pues, en el Mediterráneo y en el Próximo Oriente quedaban frente a frente Italia e Inglaterra. 
Tres días antes de la entrada en guerra de Italia, el Teniente General Richard O Connor, Jefe de las Fuerzas Británicas en Palestina, fue llamado a El Cairo para informar al General  Maitland Wilson. O Connor se presentó y allí recibió el nombramiento de Jefe de una unidad llamada Western Desert Force, cuyo puesto de mando se hallaba en el pueblo de Marsa Matruh, cabeza de línea férrea y pequeño puerto situado a unas 120 millas al este de la frontera egipcia. El General Wilson encargó a O Connor la tarea que este acogió con una  mezcla de sorpresa y orgullo, de proteger a Egipto de los ataques italianos.
General O Connor

O Connor era pequeño y delgado. Angloirlandes de pura cepa,era un típico producto del ambiente militar de Wellington y Sandhurst. Bajo su tranquila apariencia, latían unas excelentes dotes militares. Mientras que a Wavell le corresponde el mérito de la dirección estratégica de la campaña, el éxito del desarrollo táctico de la operación, debe atribuirse a O Connor. Sin su habilidad, sin su capacidad para el mando quizá no se hubiera alcanzado la victoria.
Al romperse las hostilidades, tomó la iniciativa la Western Desert Force de O Connor,compuesta por la División Acorazada 7 (menos una brigada) por una agrupación de apoyo integrada por dos regimientos de artillería a caballo y por dos batallones motorizados. La calidad de la División Acorazada 7 revelaba la energía y los conocimientos del hombre que la había instruido  En efecto, en Setiembre de 1938, el General de División Percy Hobart había sido enviado a Egipto inesperadamente para hacerse cargo del mando de las tropas del desierto y organizar la que, con el tiempo, sería conocida con el nombre de “División Móvil”. Su inapreciable experiencia en unidades rápidas y su indomable energía transformaron rápidamente el caótico conjunto de carros, artillería, unidades de infantería y de servicios en una unidad perfecta e idónea para la misión que debía desempeñar.  Los hombres se encontraban en el desierto como en su casa, como las ratitas que llevaban dibujadas en las charreteras. Eran, según escribió el mismo General O Connor, “la división mejor instruida que nunca había visto”.
Uno de los tanques en el desierto

La opinión del General de Brigada Gott (que en el curso de la guerra llegaría a mandar dicha división), según la cual muchas de las ideas sobre el empleo táctico de Hobart eran ciertas, no tardó en verse confirmada. En menos de 15 días de actividad ofensiva realizada por patrullas, las “ratas del desierto” causaron graves perdidas a los italianos, capturaron a 25 oficiales (entre los que se contaba un general) y a 500 soldados. La RAF, por su parte, destruyó más de 50 aparatos enemigos, en combates aéreos o en tierra. Las fuerzas de O Connor permanecieron a la ofensiva durante todo el mes de Junio y gran parte de Julio, abrumando con sus ataques a los italianos, hasta el punto de obligarlos a mantener, por lo menos, cuatro divisiones en situación defensiva.

General Gott

Mientras tanto Wavell empezó a considerar la posibilidad de una operación mucho más ambiciosa, lo que le valió el elogio de Churchill. Para entender sus proyectos y cómo los llevó a la práctica es necesario tener una idea clara de los lugares  en que se desarrolló la batalla. Así como la composición, el armamento, el equipo y el carácter de las fuerzas combatientes. 
La campaña era única en su estilo, puesto que se desarrollaba en una especie de anfiteatro vacío y al mismo tiempo, bien definido. Se trataba de ejercicios puramente teóricos transformados en combates reales  por la estrategia mundial, con auténticas órdenes, auténticos cañones, auténticos carros.  Jamás había ocurrido  algo similar en la historia moderna: la campaña fue un ejemplo, por desgracia, nunca más seguido, de naciones que libraban una guerra, aunque sin convertirla en total. Si alguna vez, la noción de guerra limitada ha sido un hecho, en términos modernos, lo fue, desde luego,  en el  Norte de Africa.
El desierto de El-Alamein, en la costa egipcia, a 130 kilómetros al oeste de Alejandría y sobre la División entre Cireneica y Tripolitania, tiene una anchura de 800 kilómetros en línea recta. Esta zona deshabitada se extendía a lo largo de la costa que, para los soldados (no para los marinos ni para los aviadores) representaba el límite septentrional del teatro de operaciones. Las únicas vías de comunicación –carretera y línea férrea-discurrían junto al litoral. El propio desierto era una llanura quese inclinaba rápidamente hacia el mar: a este hundimiento se le daba el nombre de “talud”.
Mapa de las tres regiones de Libia

En el punto en que  la costa se curvaba entre Derna y Bengasi, el talud se transformaba en una cadena de colinas cultivadas y boscosas. Por el Sur, el desierto se extendía a lo largo de centenares de kilómetros. Este árido paisaje estaba interrumpido por algunos oasis, muy espaciados, tales como la antigua y famosa Siwa, en territorio egipcio y Yialo y  Giarabub en Cireneica.
 Los limites orientales eran  la gran depresión de El-Qattara que al ser intransitable para los vehículos e incluso para la infantería, formaba una defensa neutral. Entre la costa y la depresión, en el Alameín, se abría un paso transitable, de una longitud superior a los 60 kilómetros. Esta era la puerta de acceso al delta del Nilo, a Egipto y al Canal de Suez.  Por el Oeste el desierto se difuminaba entre dunas y marismas, hacia las tierras colonizadas y cultivadas de Tripolandia.
De un extremo a otro toda esa extensión era un único e inmenso campo de batalla completamente desprovisto de cualquier elemento logísitico. Todo lo que se necesitaba debía llevarse o si la suerte ayudaba, había que capturarlo al enemigo. En la Segunda Guerra Mundial, las exigencias de un ejército y de la aviación que debía apoyarlo eran multiples y variadas, pero podían resumirse en cinco apartados principales: municiones, carburante, víveres, agua y mantenimiento del material. La autonomía de los aviones y de los carros era muy pequeña si se compara con la que tienen en la actualidad y sus necesidades se acumulan hasta formar aquel extraño conjunto de rigidez y flexibilidad que caracterizó la táctica y la técnica de la lucha en el desierto.
Sobre este extraño sector de operaciones se enfrentaban, en el verano y otoño de 1940, unas fuerzas muy desproporcionadas en número. El antagonista de Wavell, Mariscal Graziani tenía bajo su mando, a lo largo de la frontera con Egipto y detrás de la misma, en profundidad, unos 250 mil hombres: nueve divisiones de infantería, cada una integrada por unos 13 mil hombres. Tres divisiones de camisas negras y dos divisiones libias, compuesta cada una de ellas por 800 hombres.
Sin embargo Graziani se mostraba un tanto vacilante en atacar, incluso sabiendo que Wabell no podía disponer más que de 86 mil hombres sobre todo el territorio que le habían asignado. De estos 36 mil estaban en Egipto escasos de armas, de equipo, de artillería de cualquier calibre, de munición y de medios acorazados y de transporte.
Conferencia militar en plena guerra

Si el número lo significase todo en la guerra, es evidente que Wavell carecía de posibilidades, ni siquiera defensivas. Por lo tanto pasar a la ofensiva hubiera significado ir hacia el desastre. Sin embargo, esto era lo que él estaba dispuesto a hacer. No porque fuese un romántico, sino porque había calculado, con absoluta frialdad que podía trriunfar.
En Agosto, Churchill llamó a Londres a Wavell, a quien nunca había visto antes. Asimismo fue convocado por el Jefe de Estado mayor del Imperio, General sir John Dill, que era uno de sus más íntimos y viejos amigos. Tras largos días de conversaciones con el Gabinete de Guerra y en el Comité de los Jefes de Estado Mayor, el jefe de Estado Mayor del Imperio pudo comunicar a Churchill, el 15 de Agosto, que el Ministro de la Guerra había dado las órdenes oportunas para que fueran enviadas a Egipto un batallón de 55 carros ligeros y un batallón con otros 50 carros de apoyo a la infantería. Además de 48 piezas contracarro, 20 cañones antiaéreos ligeros tipo Bofors, 48 piezas de campaña, 500 fusiles ametralladoras Bren y 250 fusiles contracarro, todo con sus municiones correspondientes. Wavell emprendió el  viaje de regreso la misma noche del 15 de agosto.

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Regimiento de artilleria australiano

Cuatro semanas después, Graziani llevó a cabo un avance tan desatinado e indeciso que difícilmente podía ser aceptado como una invasión en masa de Egipto. Las escasas fuerzas de O Connor se replegaron habilmente siempre combatiendo sobre una linea defensiva, mientras los italianos bombardeados por la RAF, machacados por la artillería y hostigados por las minas, tardaron cuatro días en recorrer los 100 kilómetros que los separaban de Sidi el-Barrani. En este lugar se detuvieron y empezaron a atrincherarse.
“Si Graziani no se mueve-decidió Wavell- O Connor debe salir y  atacar. El 21 de Septiembre dio a su Jefe de Estado Mayor, General Arthur Smith, la órden de avanzar con la intención de recuperar Sidi el -Barrani, desplegar tropas adecuadas a lo largo de la frontera y ocupar Bardia, el oasis de Giarubub y, por último, Tobruk. En caso de proseguir la operación, el último avance se efectuaría sobre Derna, en Cirenaica.
El convoy que transportaba los tan esperados carros y cañones llegó sano y salvo a Egipto a mediados de Septiembre. Churchill empezó a agitarse porque no se empleaban inmediatamente estas armas en la forma agresiva que él quería
Existía un plan para realizar un fuerte ataque contra los italianos en Etiopía. Por su parte, la Royal Navy tomó la iniciativa en el Mediterráneo y, cuando el 28 de octubre los italianos, partiendo de Albania, se lanzaron contra Grecia, la RAF destacada en Oriente Medio recibió la orden de enviar tres escuadrones en ayuda de los griegos. Se pidio tambien a Wavell que enviase dos baterías antiaéreas a Atenas y una brigada de infantería a la Bahía de Suda, en Creta para defender la isla. 
Wavell estaba decidido en lanzar una ofensiva en el desierto occidental como signo de victoria. Aseguraba que uno de los factores decisivos de la  victoria será el factor sorpresa. La operación “Ccompass” estaba en ciernes. Culminaria en una gran victoria, muy brillante y de varias repercursiones.
El jerarca inglés había forjado en su mente diversos objetivos difícilmente conciliables entre si. Quería que la operación aparentara ser, tan sólo, un raid a gran escala de una  duración de cinco días. Un reconocimiento en fuerza con el fin de tener espacio para la maniobra estratégica- Si esta conseguiía su fin caía sobre Cirenaica.
En el caso de los italianos opusieran una resistencia tenaz, podría conservar las posiciones que hubiera logrado tomar y prepararse para proseguir la acción más tarde y con fuerzas superiores. Quería atacar Eritrea y Etiopía
Wavell no dijo  una palabra a nadie sobre el particular y no tenía la menor duda  de que si          O Connor triunfaba en la primera fase, podría explotar hasta el máximo el éxito y con el mínimo tiempo
El secreto constituía un elemento fundamental. Se tenía la vaga idea de que las fuerzas del desierto occidental habían sido muy debilitadas a causa de los envíos de refuerzo a Grecia y que,dentro de poco, se enviarían más.
La prueba general se desarrolló el 26 de Noviembre sobre una meseta próxima a Marsa Matruh, prueba a la que se dio el nombre de Ejercicio de Adiestramiento Nº 1. Lo único que sabían las tropas participantes en la maniobra era que la segunda semana de Diciembre se desarrollaría el  Ejercicio de Adiestramiento Nº 2-  Nada mas. Todo era secreto.
Los italianos por lo menos sobre el papel, disponían  de fuerzas numerosas, dispuestas en torno y delante de Sidi el Barrani, Por su parte, el contricante O Connor disponía para el ataque de 30 mil hombres. El Cuartel General de la Western Desert Force estaba en Maaten Bagush, en la costa, a unos 40 kilómetros al este de Marsa Bagush. Maitland Wilson se estableció alli durante la primera semana de Diciembre y O Connnor se puso en movimiento con sus tropas el día 6 de diciembre.
La marcha de aproximación se hizo sin que los italianos lo advirtieran. Todas las fuerzas estaban concentradas y dispuestas a dar, a la luz de la luna, el último salto adelante. La marina empezó a cañonear Sidi el- Barrani, utilizando para ello  el monitor Terror. La noche era muy fría. Los italianos de Nibeiwa permanecieron en estado de alerta. Hubo disparos de fusil, bastante intensos, y se lanzaron cohetes luminosos.
Un poco antes de las 5 de la mañana, un batallón de la División 4 hindú abrió fuego contra el atrincheramiento del Este y de inmediato, atrajo la atención del enemigo. A lasa 7.15, los 72 cañones de la artillería divisionaria iniciaron un breve pero intenso bombardeo desde el Este y diez minutos más tarde, los carros de apoyo a la infantería del Regimiento Royal Tank barrieron el ángulo noroccidental del atrincheramiento, inutilizando  unos 25 carros enemigos, entre medios y ligeros, que se hallaban estacionados.
Dos escuadrones de carros tipo Matilda entraron súbitamente en acción empeñando a la artillería e infantería italiana a breve distancia. El  General Maletti, Jefe de una división italiana murió al ser alcanzado por una granada de un carro en el momento que salía del refugio. La infantería atacó con energía. No resultó fácil la empresa, pues en diversos lugares se desarrollaron luchas muy encarnizadas. No obstante al cabo de dos horas el campo atrincherado había pasado a manos británicas.
La infanteria, los acorazados y la artillería británica avanzaban. Alcanzaron su objetivo en Nibeiwa. Se hicieron más de 2 mil prisioneros y se capturó un copioso botín compuesto por carros de combate, víveres, cañones y agua, todo ello de gran valor. Las pérdidas británicas no llegaban ni siquiera a los 1200 hombres.
La Brigada Acorazada atrevezaba la carretera de la costa  capturaba 100 vehiculos y centenares de prisioneros.  Se impedía el replieguede la guarnición italiana. Los italianos salieron de Maktila con la intenciónde defender a toda costa Sidi el-Barani.
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Infantería inglesa cerca al Alamein

Al anochecer Tummar había pasado ya a manos británicas, capturándose también hombres y material.  Los planes para las fases siguientes  debían ser elásticos. Por lo que Wavell al informar a Londres, terminaba su telegrama con palabras cautelosas.
Era, desde luego, muy sensata esta llamada a la precaución, puesto que las primeras noticias del éxito entusiasmaron demasiado al Primer Ministro y su encendido optimismo quedó reflejado en la prensa y el Parlamento. Wavell estaba decidido a mantener la operación  dentro de sus justos límites.
Comenzó un mal tiempo con tormentas de arena y lluvias torrenciales. La mañana del 10 de Diciembre dos brigadas británicasse abrieron camino hacia Sidi el-Barrani. Pero encontraron una fuerte resistencia italiana. Hasta la noche se desarrollaron duros combates. A la altura de Alam el Dab ocurrió un  violento combate con una división completa de camisas negras.  La retirada de los italianos hacia el Sur y hacia el Oeste fue cortada.
Los británicos atacaron sidi el-Barrani por el Oeste a las 4 de la tarde. En la media hora alcanzaron los casamatas y edificaciones de la periferia. Se rodearon los restos de dos divisiones libias y una de camisas negras.
Durante la noche del 10 al 11 de Diciembre, Wavell tomó la decisión más delicada de toda la campaña. Los transportadores navales estaban preparados en Suez y la División 4 ya podía ser trasladada al Sudán. Entonces dio la órden, La batalla en la zona había concluído con resultados favorables. Todas las unidades italianas se habían rendido.
Wabell mantenía siempre en secreto sus pensamientos. Hubo tres dias de combates y se destruyeron a las divisiones de camisas negras. Capturados 28 mil prisioneros, 237 cañones y 73 carros de combate.
La noche del  12 de diciembre los únicos italianos que permanecían en Egipto, aparte de los prisioneros, eran los que bloqueaban los accesos  inmediatos a Sollum y una unidad de cierta envergadura que se encontraba en las cercanías de Sidi Omar. Churchill envió a Wavell un telegrama con su felicitación-bien merecida- por “la espléndida victoria”.
Wavell estaba decidido a seguir manteniendo una vigorosa iniciativa. Había que tomar Bardía como objetivo. El 17 de Diciembre se atacó Sidi Omar con éxito, siendo capturados muchos cañones y más de mil hombres.  Mussolini indicó que se debía hacer todo lo posible para retrasar el avance británico, desgastando por completo al enemigo.
En Bardía se intentaría repetir lo que hizo Beresford Peirse en Nibeiwa y Tummar, pero en mayor escala y sin la ventaja  de la sorpresa estratégica.  Los ingleses estaban con la moral en alto.
El perímetro de Bardía de 28 kilómetros de extensión era defendido por un foso contracarro continuo con numerosas alambradas batidas por los cañones y casamatas. Se decidió atacar por el lugar que menos esperaban los italianos: en la mitad del lado occidental. El 28 de Diciembre el General Mackay eligió como “hora cero” las 5 de la mañana del 2 de Enero pero dos días después se vio obligado a aplazarla por 24 horas, a causa del retraso que sufrió la llegada de las municiones que le eran indispensables. Comenzó al ataque. Los australianos recibieron su bautizo de fuego en la guerra. Rápidamente se señalaron los pasos por donde cruzar y se neutralizaron unas cien minas. A las 7 de la mañana del 3 de Enero, los carros ya se hallaban en la cabeza de puente. Al medio día los italianos se rendían en grupo. El 5 de Enero, la plaza hacía lo mismo.
El botín capturado era impresionante: 38 mil hombres, 33 piezas de artillería, 220 de campaña, 26 antiaéreas, 40 piezas de infantería  146 contracarro, 120 carros de combate y más  de 700 vehículos. Las pérdidas globales  sufridas por la Commonwealth ascendieron a 500 hombres, de ellos menos de 150 muertos.
 El día 1 de Enero, la Western Desert Force fue rebautizada con el nombre de Cuerpo de Ejército XIII. Cinco días después se avanzó a El-Adem, donde se hallaba el más importante aeródromo italiano en Libia y al día siguiente se procedía a aislar Tobruk por el Oeste. Se salió de Bardía y un día después se intercambiaron los primeros disparos con el sector oriental de las defensas de Tobruk. Una vez más los italianos volvieron a recibir órdenes de resistencia a ultranza.
Area de la campaña del desierto

Las pérdidas italianas eran enormes. En menos de un mes, ocho  divisiones habían sido completamente aniquiladas y en cuanto a aviación sólo quedaban 119 aparatos, la mitad de los cuales eran cazabombarderos. La caída de Bardía había reducido muchísimo el número de tropas.
El mismo día de la caída de Bardía, en Londres, a 5 mil kilómetros de distancia, Churchill acababa de tomar una decisión que tendría profundas repercusiones en el desarrollo de la campaña en el desierto. “Es necesario asegurar la defensa del flanco occidental de Egipto”, dijo. Con ello quería significar que no pensaba ir más allá de de Bengasi. A partir de entonces pidió a Wavell que procediera a los preparativos en gran escala para el envío de un Cuerpo Expedicionario británico a Grecia. 
Mientras se estaban llevando a cabo los preparativos para el salto a Tobruk, Wavell se trasladó a  Atenas para conferenciar con el gabinete griego y con los jefes del Ejército. Era preciso enviar a Grecia tres escuadrones de Hurricane y uno de Blenheim. Las protestras de Wavell y Longmore consiguieron moderar el tono absoluto de estas instrucciones, pero aún así el mando de El Cairo ya no podía albergar más dudas en el sentido de que era forzoso imponer límites.
El plan de ataque a Tobruk era muy parecido del ataque a Bardía, pero en mayor escala. Durante 12 días tras la caída de Bardía, no cesó ni un instante el movimiento en torno al recinto defensivo de la ciudad: llegada de municiones, preparación de las posiciones artilleras y envío de de patrullas ofensivas que hostigaban y desorientaban continuamente a las tropas italianas.
Tras un aplazamiento de 24 horas, obligado por una tempestad de arena una de las más fuertes de toda la campaña, O Connor lanzó el ataque a las 8 de la mañana del día 21 de Enero. Los carros se movieron. De protección, una potente barrera de fuego artillero. Ambas brigadas alcanzaron sus primeros objetivos con escasas bajas. Pero poco después, los italianos pusieron en acción sus cañones antiaéereos y transcurrieron unas horas de encarnizados combates alrededor del recinto y hacia el centro del mismo
No obstante, al aproximarse el crepúsculo, las fuerzas de la Commonwealth se habían sitiado al margen del talud que domina la ciudad: entonces la mitad aproximadamente de la zona defendida ya había sido conquistada.
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Soldados luchando en Tobruk.

En el transcurso de la noche las tropas atacantes pudieron divisar por toda la ciudad las llamas de los incendios y oír el estruendo de las explosiones. Al despuntar el alba avanzaron sin hallar resistencia.
Los jefes del estado mayor comunicaron a Wavell que, en aquel momento, se considera de la máxima importancia la toma de Bengasdi. La noche del  22 de Enero, la Brigada I había establecido contacto con el enemigo a 30 kilómetros de Derna, mientras que patrullas llegaban a la pista que iba al Oeste, Sur y Sudeste.
Así se abrían inmensas distancias en un territorio jamás atravesado por soldados británicos. El terreno iba cambiando gradualmente: se pasaba de las extensiones, aparentemente sin fin, de arena y rocas de desierto, al verde de la  región cultivable. Seguían después alturas que alcanzaban los 600 metros e incluso más. Había carreteras y dos pequeñas líneas  de ferrocarril, una considerable población agrícola y Bengasi, la ciudad portuaria con una población de 65 mil habitantes, de los que un tercio eran italianos
Lo noche del 22 de Enero, todo lo que quedaba de aquel gran ejército de que disponía Graziani a principios de Diciembre era la división Sabratha (menos una brigada de infantería) establecida al este de Derna. Una brigada acorazada de unos 160 carros y una brigada de infantería que estaba lejos al mando del General Babini. 
O Connor alcanzó los objetivos previstos en menos de tres semanas. El ritmo que adquirió la fase final de la campaña fue frenético. Hombres y vehículos rindieron hasta el límite de sus posibilidades. El día 24 se libró en el Mechilí una de las primeras batallas de esta campaña entre carros de combate: la División Acorazada 7 destruyó ocho carros medianos enemigos, capturó otro y perdió a su vez, un carro pesado y seis ligeros. El 25 de Enero dio órdenes explícitas para que se impidiera al General Babini y a sus tropas que se replegaran de El-Mechilí.
Pero una gran parte de las fuerzas inglesas dejó de avanzar, a causa de la falta de combustible, permaneciendo estacionada hasta la mañana del 27 de Enero. Por la noche, Babini logró escapar hacia el norte.
Comenzó la persecución en contra de los italianos ubicados en un terreno boscoso y cortado por barrancos. Los atacaron con fuego de ametralladoras y bombas ligeras durante dos días. Pero al medio día del 28 de Enero las cosas empeoraron: llovía torrencialmente y se produjeron numerosas averías mecánicas y falta de combustible. Todo lo cual obligó a interrumpir la persecución.
Los australianos ocuparon  Derna el 30 de Enero. Al dia siguiente apareció Eric Dorman Smith, amigo personal de Wavell  que estaba en Grecia. A este sagaz militar le correspondió un papel decisivo en el desarrollo de los acontecimientos durante la última fase del avance.
Dorman Smith emprendió vuelo a El Cairo. Wabell se entrevistó con  el de inmediato. Este le dijo: "Hay que continuar". Regresó al frente y transmitió el mensaje. El 4 de Febrero Wavell se trasladó en avión  a Cirenaica. Se dirigió hacia Msus. Mientras la RAF batía a los italianos en retirada.
Los carros de combate británico ocuparon Msus pero la División Acorazada 7 avanzaba fatigosamente por aquella accidentada región. Hasta el 5 de Febrero. La persecución prosiguió. Las fuerzas británicas penetraron profundamente  en Cireneica meridional, en dirección al Oeste. La Brigada Acorazada IV se aproximaba a Beda Fomm, donde los italianos se apresuraron a organizar lo que podía ser su última posición defensiva.
Hubo un combate valeroso y encarnizado. La División Acorazada 7 consiguió inmovilizar una caótica masa de vehículos y hombres. En el reiterado intento de abrirse paso, los italianos perdieron 80 carros de combate. El cerco a los italianos se iniciaba.

Carro de combate británico

Amaneció un día de frío y límpido. Un grupo de 30 carros  italianos hizo un último e inútil intento para romper el cerco formado por los vehículos acorazados británicos.¨Fue al fallar este postrer intento, cuando se produjo la rendición sin condiciones. Se había destruído un ejército italiano de diez divisiones. Capturaron 130 mil prisioneros, más de 850 cañones, 400 carros de combate y millares de vehículos.
Los británicos  con O Connor a la cabeza, quisieron avanzar hasta Tripoli. Pero no había condiciones. Reactivar el puerto de Bengasi habría exigido mucho tiempo. Además no se consiguió el permiso de Wavell
Wilson fue nombrado gobernador militar de Cirenaica. O Connor recibió la orden de volver a El Cairo para recibir  tropas británicas en Egipto. Luego, bajo la presión del Gabinete de Guerra y de los Jefes de Estado Mayor, se dispuso una sutil línea de fuerzas para la defensa del inmenso territorio conquistado. Todas las miradas se dirigían hacia Grecia donde, de improviso, se manifestaban síntomas de crisis.

Ataques a diestra y siniestra

El 5 de Febrero, el primer día de la Batalla de Beda Fomm, Hitler escribía a Mussolini expresándole su desaprobación por la manera cómo  se había conducido la campaña de Africa del Norte y ofreciéndole la ayuda de una división acorazada completa, siempre y cuando los italianos resistiesen firmemente y no se replegasen sobre Tripoli. Cinco días más tarde, Mussolini  aceptaba la oferta.  El 11 de Febrero el General Erwin Rommel llegaba a Roma para recibir seguridades en el sentido de que la primera linea de defensa, en Tripolitania, estaría en la Sirte. Tres días después, un batallón germano de reconocimiento y un batallón de contracarro llegaban a Tripoli. (Sacado, editado, condensado y resumido de la Revista “Asi fue la Segunda Guerra Mundial”)

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