miércoles, 5 de mayo de 2010

¿CONJURA O JARANON?

Es pura fantasía afirmar que la reunión celebrada el sábado 5 de diciembre de 1964 en casa de Fernando León de Vivero fue un aquelarre de conspiradores. Se trató de un agasajo a Haya de la Torre que recién llegaba al Perú después de uno de sus múltiples viajes al exterior. León de Vivero aprovechó para invitar a los congresistas de catorce países que habían llegado a Lima a fundar el Parlamento Latinoamericano. Precisamente, al día siguiente, 6 de diciembre, el Presidente Fernando Belaunde inauguró ese certamen en el Palacio Legislativo de Lima. Ni remotamente se refirió a la supuesta “conjura”, pese a que sus anfitriones eran también los supuestos “conspiradores”, es decir los presidentes de las cámaras, Ramiro Prialé del Senado, y Víctor Freundt Rosell, de Diputados.

No recuerdo que se hubiera quedado sin ingresar algún cronista parlamentario. Yo trabajaba en el Diario Ultima Hora y concurrí acompañado por Oscar Retto. Él ni ninguno de sus colegas fue impedido de hacer su trabajo normal. Nadie que yo sepa, tuvo que esconder sus cámaras. No hubo hostilidad alguna contra los periodistas porque precisamente lo que quería el dueño de casa era poner de relieve su gran poder de convocatoria, su dominio de escena. Si El Comercio no envió a sus reporteros fue por algún resabio político; pero que se sepa, uno de sus redactores principales, Gilberto Escudero Oyarce, fue el más cercano de los amigos periodistas de León de Vivero. En son de broma, éste solía decirle “Calibán”. Ambos estaban unidos por una pasión insigne, ser pisqueros.

¿Conspiración a la luz del día, con presencia de decenas de periodistas, para qué? Apenas año y medio antes se había instalado el gobierno de Acción Popular-Democracia Cristiana. Belaunde estaba fortalecido políticamente porque al pueblo le irritaba el abuso parlamentario impuesto en el Congreso por la Coalición Apra-UNO. Allí está el hecho que Luis Bedoya Reyes ganó el año anterior la alcaldía de Lima, triunfando cómodamente ante la increíble candidata, doña María Delgado de Odría. Con la seguridad de ganar, la Alianza AP-DC se preparaba a intervenir en las elecciones complementarias para sustituir la curul dejada por la repentina muerte del diputado Fernando Valdivia Ayala. ¿A quién se le ocurre reunirse a la luz del día para conspirar en un lugar con presencia periodística? No hay que olvidar que el Diario aprista “La Tribuna” publicó el mismo día del almuerzo un recuadro en su primera página, anunciando la reunión que tuvo mucho más de social que de política. Y si alguien fue al local del Congreso ese sábado “y nada encontró”, pues era algún periodista desprevenido. Claro, allí le informaron que el almuerzo era en casa del ex Presidente de la Cámara de Diputados, ante lo cual mudó de ropa, se puso terno y se dirigió al lugar del ágape.
La residencia del oferente era amplísima y tenía dos ambientes muy bien marcados. La sala, llena de trofeos, escudos propios de la heráldica familiar del dueño de casa, tenía grandes ventanales y daba directamente a un enorme jardín. El corredor en “U” lucía techo voladizo, con iqueñas ramas de vid fácilmente distinguibles. Entrando a la derecha fueron ubicados los parlamentarios visitantes con los nacionales e invitados especiales. Hacia el frente, la mesa de honor.
León de Vivero nos invitó a todos los cronistas parlamentarios. Estuvimos en una mesa cercana a la que ocupaban Haya de la Torre, Manuel Odría, Ramiro Prialé, Julio de la Piedra, Víctor Freundt Rosell, Pedro Beltrán. Estaban dispuestos siete asientos, uno de los cuales se encontraba vacío.
¿Y Eudocio Ravines?
Si, también tomó asiento allí, pero ese hecho tiene una historia que expresa el espíritu arrojado, interesado, oportunista de aquel saltaperico de la política peruana, en ese instante director del exitoso programa periodístico de la TV “Vanguardia”. Ravines estaba sentado en nuestra mesa, al lado de Humberto “Chivo” Castillo. Su presencia nos era indigesta; pero él tenía piel de hipopótamo. No nos hacía caso. Su interés estaba puesto en la mesa vecina en donde estaba el espacio libre, a la derecha de Pedro Beltrán. Era el lugar que debía ocupar León de Vivero quien estaba preocupado en solucionar un delicado asunto de protocolo, la presencia de los cien concurrentes al Parlamento Latinoamericano. Estos ocupaban mesas apartadas de aquella designada a “los conspiradores”. De modo que al ver vacía la silla del dueño de casa, Ravines, cual lobo oliendo sangre, sin titubear la ocupó, sin rubor alguno, sin pedir permiso a nadie. En esas circunstancias, ¿quién lo iba a desalojar de allí? Al cambiar de mesa, Ravines cambió su status de periodista por el de invitado de honor.

Salvo el auténtico hecho que se trató de una mesa impensable, la reunión no tuvo mayor eco en los periódicos del día siguiente. Veamos:
“La Prensa” no publicó ni siquiera una línea. Atribuimos el hecho a que Beltrán buscaba perfil bajo porque la justicia tenía entre manos, en ese momento, un caso elevado a los tribunales por sus adversarios políticos quienes le culpaban por haber “condonado” 46 millones de soles a la odiada International Petroleum Company, a raíz del “gasolinazo” que dictó apenas llegado al premierato, en julio de 1959. Es bueno señalar que Beltrán resultó absuelto, tiempo después.
“El Comercio” publicó un brevísimo suelto en la columna “La noticia y el comentario”, criticando el hecho que los parlamentarios extranjeros fueron relegados en la etiqueta del almuerzo “y obligados a asistir al homenaje a Haya de la Torre a quien llaman Presidente moral del Perú”. Ni una foto.
“La Crónica” publicó un par de líneas ilustrativas del asunto.
El domingo 6, el jefe de Redacción de “Ultima Hora”, Alfredo Fernández Cano, me preguntó luego del informe verbal que le di: “¿Hubo discursos?” Ninguno. “¿Alguien declaró?” Nadie. Debido a que el almuerzo tuvo lugar el sábado 5 y teniendo en cuenta que la “ninguna noticia” era un refrito, mi jefe me pidió saber si había algún detalle curioso. Si, le dije, el Presidente de Diputados bailó un vals con la señora de Odría… Fernández Cano se mató de la risa, recordando que el Presidente Freundt Rosell era rengo de la pierna derecha. Entonces ordenó que esa foto se publicara en la columna “Perro Mundo” que entonces escribía César Augusto Dávila quien colocó esta frase a lo publicado el día 7: “Pachanga. Dándole como se pide a un valsesacho criollo, enfocó mi cámara indiscreta al parlamentario Víctor Freundt Rosell y a doña María Delgado de Odría. La escenita se produjo en casa de Fernando León de Vivero, en reciente jaranón”. César Augusto lo dijo todo, fue un jaranón no una conspiración.
“La Tribuna” relató el almuerzo con dos fotos de la famosa “mesa de conspiradores” cuya leyenda decía: “Lucido y cordial resultó el almuerzo que ofreció el presidente de la Comisión Diplomática de la Cámara de Diputados, Fernando León de Vivero y señora Rosalba de León de Vivero, en honor de Víctor Raúl Haya de la Torre y las delegaciones asistentes a la instalación del Parlamento Latinoamericano”. Agregó un importantísimo apunte, “entre los asistentes estuvieron el presidente de la Corte Suprema de Justicia, doctor Alfredo Maguiña Suero y Luis de los Heros, director gerente de La Crónica”. Si nos atenemos a que la Real Academia de la Lengua define la palabra “primicia” como “noticia hecha pública por primera vez”, resulta que las fotos de “La Tribuna” antecedieron por cinco días (día 5) a las difundidas (día 11) por “Oiga”.
La versión del semanario “Oiga” fue, sin duda, rabiosa, afiebrada, extremista. Creo que lo mejor fue la foto grande en primera, realmente extraordinaria, una feroz mueca de Ravines, tal vez imitando con éxito lo que es la sonrisa de la hiena. La revista le sindicó como el principal azuzador y piloto de la reunión. Nunca le hicieron mejor favor a quien en 1930 fundó el Partido Comunista Peruano. La explicación de Francisco Igartua era que el Apra y Haya de la Torre querían inducir a que los parlamentarios asistentes no aceptaran el plebiscito en sus respectivos países. Este sancochado merece una explicación coherente:
Los voceros del sector “termocefálico” de Acción Popular creían que la única manera de frenar al Congreso contra la arremetida coalicionista al gobierno de Belaunde, era aplicar el plebiscito cada vez que el Parlamento se opusiera a algún proyecto del Ejecutivo. En definitiva, la Coalición Apra-UNO se oponía al plebiscito por considerar que el Parlamento “es el primer poder del Estado”.
Lo curioso del caso es que en Chile, el Presidente Eduardo Frei, que acababa de asumir como primer presidente democristiano en América, presentó al Congreso, al día siguiente de asumir el mando, un proyecto creando la figura del plebiscito, anticipándose a la posibilidad que la oposición parlamentaria con Salvador Allende a la cabeza, obstruyera la marcha de su gobierno.
¿Y en qué terminó la conspiración? ¡En nada! En primer término, ni siquiera “Oiga”, vocero de los “termocéfalos”, se atrevió a insinuar que los comensales de la calle Santa María 120 eran conspiradores. A pesar de sus excesos, la revista no se precipitaba en infantilismos. Tampoco lo dijo “El Comercio” ni alguno de los parlamentarios de Acción Popular o la Democracia Cristiana.
EL OTRO “ALMUERZO SUBVERSIVO”
Lo ingenuo y malicioso de creer que en cada almuerzo de la oposición hay una conjura en marcha, se repitió diez años exactos después. Ocurrió en mayo de 1974 en el décimo piso del local de la Federación de Periodistas, en donde a modo de agradecimiento, sus dirigentes invitaron a los dueños de periódicos que dieron cobertura a una actividad a beneficio del gremio, a un convite preparado por Guido Monteverde.
Estuvieron en la mesa Luís Miró Quesada, de “El Comercio”; Pedro Beltrán Ballén de “La Prensa”; Doris Gibson de “Caretas”; Genaro Delgado Parker de “Panamericana Televisión”; Enrique Agois Paulsen de la Cadena “Correo” y “Ojo”; Mario Castro Arenas de “La Prensa”; Guido Chirinos Lizares de “Última Hora”; Juan Campos Lama de “El Callao” y Pedro Tello Cadenas de Radio “Continente”. Asistieron, también, decenas de cronistas algunos de los cuales no tuvieron tiempo de ir a sus casas a cambiarse de ropa para concurrir enternados.
El gobierno del general Velasco consideró, días después, que se trató de una reunión conspirativa de la contrarrevolución, por lo cual varios de los asistentes marcharon al destierro forzado.
A modo de chanza cuentan que nunca más le aceptaron almuerzos al principal invitante de aquel ágape, Arturo Salazar Larraín, a la sazón presidente de la Federación. (Justo Linares)

6 comentarios:

  1. Señor: ¿Por qué trata de engañar a la gente?
    Juan Carlos Muñoz

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  2. Pregunto para entender más. Eran o no enemigos Haya y Odria. ¿Por que se le defiende tanto, so pretexto de las fotos? Me parece que lo importante aqui es que las fotos fueron tomadas por primera vez y alli se vieron junto a los políticos. Eso no debe soslayarse.

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  3. ¿A quién se quiere engañar?

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  4. No puede ser que se mienta tanto. El Sr. Cusman tiene la razon. Robinson Saul

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  5. Soy estudiante de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Lima. Quisiera que los oponentes participen en un debate con los estudiantes. A propósito fui a la hemeroteca de la Biblioteca Nacional y revise la edición de Oiga. Allí están las fotos que tomó Tulio Cusman. Impecables y realmente periodísticas ¿Por qué no se acerca por allí el autor de este artículo. Por si acaso, respeto sus puntos de vista, pero considero que está equivocado.Manuel Gallofré

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  6. Yo estuve como periodista en ese almuerzo invitado por Fernando León de Vivero, quien invitó, asimsmo, a toda la prensa nacional. El anfitrión tuvo la fineza de presentarnos a Haya de la Torre. Fue la primera y única vez que lo saludé. Nadie tuvo que esconder cámaras ni libretas de apuntes en la comentada reunión.

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